“El estado de la política nacional es una
página más del espectáculo que ha dado la clase política civil chilena desde el
Siglo XIX”, dice Gabriel Salazar. El historiador de izquierda, resume la
escena.
Estas situaciones en que todos los
políticos –en la perspectiva de una elección– en que se unen, se dividen, se
aserruchan el piso, es un espectáculo que se viene repitiendo más o menos desde
1875 en adelante, y se produce entonces una especie de guerra de unos con otros
que genera divisiones de partidos, pugnas internas que impiden que los partidos
se muevan en una sola dirección y que es la tendencia que anima a toda la clase
política en su conjunto de escalar posiciones dentro de la estructura política.
-¿Y esos son los síntomas
de ahora?
-Esto se ha producido siempre en Chile, período tras período. A veces un poco
más agudo, pero se ha repetido. Una característica es que todos los Presidentes
en Chile se han quejado de que al final de sus mandatos los partidos que los
han apoyado se han dividido o se han separado. Quedan solos, abandonados y se
dan cuenta que en Chile no existe el Presidencialismo, sino realmente distintas
variantes del viejo Parlamentarismo que tantas veces se criticó. Y ese
Parlamentarismo es producto de que los partidos se mueven por incentivos
electorales y al acercarse a la elección, comienza esta pugna y se olvidan del
programa del Presidente y los proyectos. Los últimos gobiernos de la
Concertación y Piñera han tenido menos trifulca en sus partidos que antes de
Allende… pero el conjunto de la clase política da un espectáculo para la
ciudadanía, y estamos viviendo una de las etapas más farandulezcas de toda la
historia política parlamentaria de Chile. Pero esta es una enfermedad muy
antigua. Con la misma transversalidad que vemos hoy?
-Eso también es histórico. Hay un espectro de 10 partidos y 7 hacen crisis.
-¿Y
cómo ordena esta crisis en particular el contexto actual? Por ejemplo, si
hablamos de la derecha. De una escena donde no estarán ni Novoa ni Larraín…
-Todas estas movidas son reacciones individuales. Algunos quieren subir rápido
las escaleras diciendo ‘yo voy a arreglar todo’, tipo Longueira. Otros se
bajan, renuncian y se van para la casa. Todos los políticos están lanzados en
esta carrera de ascenso al poder. Y muchos también se quiebran y se retiran. Es
curioso que dos de las principales figuras de la derecha se hayan retirado. La
Matthei también anunció su retiro. Ellos mismos se asquean de lo que
convulsiona por dentro a la política civil.
-Y eso vinculado a la relevancia que ha
adquirido el movimiento social, ¿nos sitúa en qué nuevo escenario?
-Este espectáculo es el que ha producido los movimientos del electorado desde
la derecha hasta la izquierda, pues el electorado, dentro de todo, muta sus
orientaciones. Por ejemplo, cuando el electorado eligió a Arturo Alessandri
Palma para su segundo gobierno y éste actuó con la derecha y se puso represivo,
autoritario, capitalista y todo, el electorado se volcó a la izquierda y apoyó
al Frente Popular y el Partido Radical. Luego se aburrió de los radicales y de
los políticos en 1952 y votó por Ibáñez. Pero fue tan escandaloso el gobierno
de Ibáñez, desde el punto de la corrupción de los políticos, que buscó una
salida por un hombre ético que no quería nada con los partidos, Jorge
Alessandri. Después otra vez se buscó un hombre por la izquierda…
-Y ahora…
-Imagínate que la gente se haya aburrido de la Concertación y que haya ganado
Piñera. Es un castigo a la clase política, a la liviandad y la relativa
corrupción que hubo durante los gobiernos de la Concertación. La ciudadanía
está hasta aquí –dice llevándose la mano derecha hasta la frente. La gente ya
no tiene en el espectro político dónde elegir, porque además el espectro
político se ha achicado: la Concertación es neoliberal, la Alianza por Chile es
neoliberal. El Partido Comunista se puso a la cola de la Concertación y no es
una alternativa real. Por eso que la ciudadanía está buscándose en sí misma. Y
eso es lo más interesante del período que estamos viviendo. Y eso explica el
desarrollo y auge de las asambleas ciudadanas territoriales. Aysén triunfó
frente al gobierno, Freirina también.
Hay un lote de asambleas por todas partes.
-¿Esa
elite que ha gobernado el país transversalmente puede ser reemplazada por los
líderes de regiones?
-El problema es que están surgiendo movimientos ciudadanos de dos tipos. Unos
que están liderados por los viejos actores sociales, funcionales, por ejemplo,
la Confech de los estudiantes, la ANEF, los trabajadores portuarios, los del
cobre, los profesores un poquito y punto, porque la CUT no corre. No es un
movimiento social. Y por otro lado tienes estas asambleas ciudadanas
territoriales que son un nuevo actor social, por lo menos del último siglo y
medio que plantean sus puntos de manera mucho más radical incluso que los
actores funcionales o gremiales.
-Por ejemplo…
-Lo que está haciendo Freirina, por ejemplo, es un verdadero ejemplo de una
alternativa revolucionaria, porque se unieron como comunidad local, le doblaron
la mano a Agrosuper, derrotaron al cuerpo especial de Carabineros, obligaron a
movilizar a las comunidades del Huasco contra la Barrick. El Valle del Huasco
se plantó frente a la Termoléctrica… o sea, están triunfando a todo lo largo
del valle, y plantean que ellos deberían gobernar el valle porque lo conocen y
saben lo que les sirve y lo que no les sirve. Están planteándose la idea de
reconstruir el Estado y el país a partir de autonomizar las comunidades
locales, regionales… por eso es que llamaron a una junta nacional de asambleas
ciudadanas territoriales. Incluso aprobaron no actuar acompañados o dirigidos o
asociados a partidos políticos. Todo en base a asambleas autónomas. En la
medida que se asocien estos movimientos vas a tener un movimiento ciudadano con
una tremenda fuerza cultural de autonomía, de gestión territorial.
UN PAÍS SIN POLÍTICOS
Salazar cree que en este escenario es
poco y nada el espacio que les queda a los partidos políticos. Y casi nulo
también el rol que pueden jugar. “Muy poco, como no sea la refundación”, dice y
apunta a los salvavidas: “Pero refundados en el sentido de que las bases lo
controlen. O sea, que no aparezca esta posibilidad de que los líderes del
movimiento se conviertan en políticos profesionales y los políticos
profesionales en clase política. Eso es lo que ha pasado en Chile. Y cuando
surge la clase política, la soberanía desaparece porque los políticos se
apropian de ella. Tal como está ocurriendo con esta gente. Entonces están
asustados porque son conscientes de este peligro. Y todos están tomando el
lenguaje de estos movimientos. Y están asustados, porque si este movimiento
desemboca en una asamblea constituyente donde el pueblo construya la
constitución, los políticos quedarán cesantes”.
- ¿Y en este contexto, simbólicamente,
cómo se ve la bajada de Camilo Escalona?
-Yo lo veo como un despecho personal. Porque su primera movida fue
él designar poco menos que los candidatos y él colocarse en la mejor
posición posible. Lo que indica una actitud de controlar desde un centro
burocrático, casi estalinista, la marcha de un partido y asumiendo él la
designación de candidatos, lo que le debería corresponder al pueblo.
- Entonces esta crisis es estructural o
tiene más que ver con caudillismos. ¿Pone un punto de inflexión?
-No hay dudas que la tendencia que ha tomado el movimiento ciudadano y el
movimiento popular, esta tendencia a la autogestión, al ejercicio local de la
soberanía es un proceso que viene de muy atrás. No viene del 2011. Viene desde
la época de la toma de terrenos, el poder popular. O sea ese poder es el que
enfrenta después a Pinochet en 22 jornadas de protesta. Entonces, esta decisión
es una cultura adquirida que viene de fines de los 60, pasó por los 70, los 80
y quedó como a la espera con los gobiernos de la Concertación. Pero quedó en la
memoria, y la memoria no olvida y estuvo mientras la Concertación gobernó. Y si
le dieron carta blanca es porque la Concertación estaba compuesta de partidos
que antiguamente eran socialistas, aunque a la altura del 2005 estaba clarito
que eran todos neoliberales. Eso implica el reventón de los pingüinos. Y el
reventón de las comunidades, el reventón del 2011 y las asambleas
territoriales. Es una cultura que tiene 50 años.
- ¿Y la caída de los líderes de la elite,
del partido del orden, es tal? ¿Qué lugar ocupan en ese proceso?
-Ellos se dan cuenta que esto es un tsunami, lo tienen clarito. No se trata de
un líder, no tienen a quien acusar ni a quien reprimir. Es una marea que se les
viene encima. Por eso es que todos están apurados revisando sus propios
discursos. Tratando de agarrar las consignas. De hecho, lo que hizo este
gobierno fue tratar de hacer un gobierno micro populista, absolutamente y
ciento por ciento neoliberal. Lo revela el anuncio del bono para el tercer
hijo. Eso es populismo, es una dádiva, una limosna, pero este gobierno tuvo que
hacer eso porque la marejada va en esa dirección.
-Pero si ese discurso no es real la
ciudadanía lo va a notar. ¿Qué pasará en un eventual gobierno de Bachelet?
-Ella era la única candidata que tenía la posibilidad de asumir seriamente esta
marejada ciudadana que ya tiene 50 años de desarrollo, pero hasta donde yo me
he dado cuenta, ella está más bien tratando de congraciarse con esta tendencia
sin soltar la amarra con los partidos de la Concertación y sin soltar la amarra
con la Constitución vigente porque ella planteó que lo de la educación lo iba a
presentar como proyecto de ley al Congreso Nacional. O sea, al final son estos
mismos campeones los que tienen que decidir al respecto. Entonces la clase política
intuye para dónde va esta marejada y está tratando de montarse en la ola, pero
la gente no les cree. Lo que hicieron con Moreira lo encuentro último. Lo
mandan al sur y lo sacan de un suácate para meter a un señor Kast, que
probablemente es el delfín que están preparando para las próximas elecciones.
¿Por qué lo van a exhibir en Las Condes si no es por eso? Bueno, evidentemente
Kast es un gallo equilibrado, buenmozo, tiene don de gente para relacionarse,
entonces no es un Longueira, no es un Golborne.
- ¿Qué va a surgir entre la pugna de la
ciudadanía y los partidos?
-El gallito lo va a ganar la ciudadanía, obviamente. Los políticos no pueden
hacer nada contra un turbión que está tomando estas características. Los únicos
que podrían pararlo son los militares. Tendría que haber un nuevo golpe, pero
un golpe muy distinto al anterior, el que fue fácil para ellos porque atacaron
las organizaciones de izquierda, las cúpulas, los sindicatos, los partidos
políticos… y los desarmaron, quedaron reducidos a nada. Ahora es muy distinto
porque aquí no hay partidos, no hay cúpulas. Es la masa ciudadana que se rige
por una cultura distinta. Entonces ni una masacre callejera para la cosa. Yo
creo que los militares no están en condiciones de dar un segundo golpe, pero al
mismo tiempo el movimiento social va a tener que preocupase de los militares
porque son los únicos que pueden pararlos.