jueves, 30 de mayo de 2013

¿FALSOS EXONERADOS ?

El diputado y presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, declaró este jueves que si existen militantes del PS involucrados en el caso de ‘falsos exonerados’ deben asumir sus responsabilidades y recibir las sanciones correspondientes.
El timonel del PS realizó estas declaraciones tras el informe entregado por la Contraloría General de la República que da cuenta de un número importante de militantes de partidos de la oposición, particularmente el PS y el PC, que correspondería a ‘falsos exonerados políticos’ que reciben pensiones, debido a una acreditación otorgada por los respectivos dirigentes o parlamentarios de dichos partidos.
Las responsabilidades son individuales, por favor, si hay certificados que fueron mal dados, tendrán que asumir quienes pusieron su rúbrica allí, si estas no son entelequias, no son nubes, son personas”, sostuvo el diputado.
Andrade también informó que en su calidad de integrante de la comisión de Trabajo de la cámara baja, en el contexto de una investigación realizada en el 2012 por estas denuncias, mostró un documento que acreditaba la firma del entonces senador Andrés Chadwick (UDI), para darle esta categoría a cerca de 60 trabajadores de la Sexta Región.
“Fíjese que apareció el documento y hubo una desaceleración de la investigación, entonces sería buena que la investigación se hiciera completa, entonces el ministro Chadwick, más que pedir explicaciones debería dar explicaciones él, porque él certificó exonerados”, agregó el presidente del PS.
Andrade que no quiso ni desmentir ni confirmar el informe de Contraloría, y reiteró que si las irregularidades existen, las instituciones deben funcionar para encontrar a los responsables y quienes sean infractores, deben responder, sin poner en tela de juicio a quienes son merecedores del reconocimiento de exonerados políticos, puntualizó.


lunes, 27 de mayo de 2013

ASAMBLEA CONSTITUYENTE - POLITICOS CESANTES

      “El estado de la política nacional es una página más del espectáculo que ha dado la clase política civil chilena desde el Siglo XIX”, dice Gabriel Salazar. El historiador de izquierda, resume la escena.
        Estas situaciones en que todos los políticos –en la perspectiva de una elección– en que se unen, se dividen, se aserruchan el piso, es un espectáculo que se viene repitiendo más o menos desde 1875 en adelante, y se produce entonces una especie de guerra de unos con otros que genera divisiones de partidos, pugnas internas que impiden que los partidos se muevan en una sola dirección y que es la tendencia que anima a toda la clase política en su conjunto de escalar posiciones dentro de la estructura política.
       -¿Y esos son los síntomas de ahora?
-Esto se ha producido siempre en Chile, período tras período. A veces un poco más agudo, pero se ha repetido. Una característica es que todos los Presidentes en Chile se han quejado de que al final de sus mandatos los partidos que los han apoyado se han dividido o se han separado. Quedan solos, abandonados y se dan cuenta que en Chile no existe el Presidencialismo, sino realmente distintas variantes del viejo Parlamentarismo que tantas veces se criticó. Y ese Parlamentarismo es producto de que los partidos se mueven por incentivos electorales y al acercarse a la elección, comienza esta pugna y se olvidan del programa del Presidente y los proyectos. Los últimos gobiernos de la Concertación y Piñera han tenido menos trifulca en sus partidos que antes de Allende… pero el conjunto de la clase política da un espectáculo para la ciudadanía, y estamos viviendo una de las etapas más
 farandulezcas de toda la historia política parlamentaria de Chile. Pero esta es una enfermedad muy antigua. Con la misma transversalidad que vemos hoy?
-Eso también es histórico. Hay un espectro de 10 partidos y 7 hacen crisis.
      -¿Y cómo ordena esta crisis en particular el contexto actual? Por ejemplo, si hablamos de la derecha. De una escena donde no estarán ni Novoa ni Larraín… 
-Todas estas movidas son reacciones individuales. Algunos quieren subir rápido las escaleras diciendo ‘yo voy a arreglar todo’, tipo Longueira. Otros se bajan, renuncian y se van para la casa. Todos los políticos están lanzados en esta carrera de ascenso al poder. Y muchos también se quiebran y se retiran. Es curioso que dos de las principales figuras de la derecha se hayan retirado. La Matthei también anunció su retiro. Ellos mismos se asquean de lo que convulsiona por dentro a la política civil.
      -Y eso vinculado a la relevancia que ha adquirido el movimiento social, ¿nos sitúa en qué nuevo escenario?
-Este espectáculo es el que ha producido los movimientos del electorado desde la derecha hasta la izquierda, pues el electorado, dentro de todo, muta sus orientaciones. Por ejemplo, cuando el electorado eligió a Arturo Alessandri Palma para su segundo gobierno y éste actuó con la derecha y se puso represivo, autoritario, capitalista y todo, el electorado se volcó a la izquierda y apoyó al Frente Popular y el Partido Radical. Luego se aburrió de los radicales y de los políticos en 1952 y votó por Ibáñez. Pero fue tan escandaloso el gobierno de Ibáñez, desde el punto de la corrupción de los políticos, que buscó una salida por un hombre ético que no quería nada con los partidos, Jorge Alessandri. Después otra vez se buscó un hombre por la izquierda…
       -Y ahora…
-Imagínate que la gente se haya aburrido de la Concertación y que haya ganado Piñera. Es un castigo a la clase política, a la liviandad y la relativa corrupción que hubo durante los gobiernos de la Concertación. La ciudadanía está hasta aquí –dice llevándose la mano derecha hasta la frente. La gente ya no tiene en el espectro político dónde elegir, porque además el espectro político se ha achicado: la Concertación es neoliberal, la Alianza por Chile es neoliberal. El Partido Comunista se puso a la cola de la Concertación y no es una alternativa real. Por eso que la ciudadanía está buscándose en sí misma. Y eso es lo más interesante del período que estamos viviendo. Y eso explica el desarrollo y auge de las asambleas ciudadanas territoriales. Aysén triunfó frente al gobierno, Freirina  también. Hay un lote de asambleas por todas partes.
       -¿Esa elite que ha gobernado el país transversalmente puede ser reemplazada por los líderes de regiones?
-El problema es que están surgiendo movimientos ciudadanos de dos tipos. Unos que están liderados por los viejos actores sociales, funcionales, por ejemplo, la Confech de los estudiantes, la ANEF, los trabajadores portuarios, los del cobre, los profesores un poquito y punto, porque la CUT no corre. No es un movimiento social. Y por otro lado tienes estas asambleas ciudadanas territoriales que son un nuevo actor social, por lo menos del último siglo y medio que plantean sus puntos de manera mucho más radical incluso que los actores funcionales o gremiales.
        -Por ejemplo…
-Lo que está haciendo Freirina, por ejemplo, es un verdadero ejemplo de una alternativa revolucionaria, porque se unieron como comunidad local, le doblaron la mano a Agrosuper, derrotaron al cuerpo especial de Carabineros, obligaron a movilizar a las comunidades del Huasco contra la Barrick. El Valle del Huasco se plantó frente a la Termoléctrica… o sea, están triunfando a todo lo largo del valle, y plantean que ellos deberían gobernar el valle porque lo conocen y saben lo que les sirve y lo que no les sirve. Están planteándose la idea de reconstruir el Estado y el país a partir de autonomizar las comunidades locales, regionales… por eso es que llamaron a una junta nacional de asambleas ciudadanas territoriales. Incluso aprobaron no actuar acompañados o dirigidos o asociados a partidos políticos. Todo en base a asambleas autónomas. En la medida que se asocien estos movimientos vas a tener un movimiento ciudadano con una tremenda fuerza cultural de autonomía, de gestión territorial.
     UN PAÍS SIN POLÍTICOS
        Salazar cree que en este escenario es poco y nada el espacio que les queda a los partidos políticos. Y casi nulo también el rol que pueden jugar. “Muy poco, como no sea la refundación”, dice y apunta a los salvavidas: “Pero refundados en el sentido de que las bases lo controlen. O sea, que no aparezca esta posibilidad de que los líderes del movimiento se conviertan en  políticos profesionales y los políticos profesionales en clase política. Eso es lo que ha pasado en Chile. Y cuando surge la clase política, la soberanía desaparece porque los políticos se apropian de ella. Tal como está ocurriendo con esta gente. Entonces están asustados porque son conscientes de este peligro. Y todos están tomando el lenguaje de estos movimientos. Y están asustados, porque si este movimiento desemboca en una asamblea constituyente donde el pueblo construya la constitución, los políticos quedarán cesantes”.
-       ¿Y en este contexto, simbólicamente, cómo se ve la bajada de Camilo Escalona?
-Yo lo veo como un despecho personal. Porque su primera movida fue él designar poco menos que los candidatos y él colocarse en la mejor posición posible. Lo que indica una actitud de controlar desde un centro burocrático, casi estalinista, la marcha de un partido y asumiendo él la designación de candidatos, lo que le debería corresponder al pueblo.
-       Entonces esta crisis es estructural o tiene más que ver con caudillismos. ¿Pone un punto de inflexión?
-No hay dudas que la tendencia que ha tomado el movimiento ciudadano y el movimiento popular, esta tendencia a la autogestión, al ejercicio local de la soberanía es un proceso que viene de muy atrás. No viene del 2011. Viene desde la época de la toma de terrenos, el poder popular. O sea ese poder es el que enfrenta después a Pinochet en 22 jornadas de protesta. Entonces, esta decisión es una cultura adquirida que viene de fines de los 60, pasó por los 70, los 80 y quedó como a la espera con los gobiernos de la Concertación. Pero quedó en la memoria, y la memoria no olvida y estuvo mientras la Concertación gobernó. Y si le dieron carta blanca es porque la Concertación estaba compuesta de partidos que antiguamente eran socialistas, aunque a la altura del 2005 estaba clarito que eran todos neoliberales. Eso implica el reventón de los pingüinos. Y el reventón de las comunidades, el reventón del 2011 y las asambleas territoriales. Es una cultura que tiene 50 años.
-      ¿Y la caída de los líderes de la elite, del partido del orden, es tal? ¿Qué lugar ocupan en ese proceso?
-Ellos se dan cuenta que esto es un tsunami, lo tienen clarito. No se trata de un líder, no tienen a quien acusar ni a quien reprimir. Es una marea que se les viene encima. Por eso es que todos están apurados revisando sus propios discursos. Tratando de agarrar las consignas. De hecho, lo que hizo este gobierno fue tratar de hacer un gobierno micro populista, absolutamente y ciento por ciento neoliberal. Lo revela el anuncio del bono para el tercer hijo. Eso es populismo, es una dádiva, una limosna, pero este gobierno tuvo que hacer eso porque la marejada va en esa dirección.
        -Pero si ese discurso no es real la ciudadanía lo va a notar. ¿Qué pasará en un eventual gobierno de Bachelet?
-Ella era la única candidata que tenía la posibilidad de asumir seriamente esta marejada ciudadana que ya tiene 50 años de desarrollo, pero hasta donde yo me he dado cuenta, ella está más bien tratando de congraciarse con esta tendencia sin soltar la amarra con los partidos de la Concertación y sin soltar la amarra con la Constitución vigente porque ella planteó que lo de la educación lo iba a presentar como proyecto de ley al Congreso Nacional. O sea, al final son estos mismos campeones los que tienen que decidir al respecto. Entonces la clase política intuye para dónde va esta marejada y está tratando de montarse en la ola, pero la gente no les cree. Lo que hicieron con Moreira lo encuentro último. Lo mandan al sur y lo sacan de un suácate para meter a un señor Kast, que probablemente es el delfín que están preparando para las próximas elecciones. ¿Por qué lo van a exhibir en Las Condes si no es por eso? Bueno, evidentemente Kast es un gallo equilibrado, buenmozo, tiene don de gente para relacionarse, entonces no es un Longueira, no es un Golborne.
-       ¿Qué va a surgir entre la pugna de la ciudadanía y los partidos?
-El gallito lo va a ganar la ciudadanía, obviamente. Los políticos no pueden hacer nada contra un turbión que está tomando estas características. Los únicos que podrían pararlo son los militares. Tendría que haber un nuevo golpe, pero un golpe muy distinto al anterior, el que fue fácil para ellos porque atacaron las organizaciones de izquierda, las cúpulas, los sindicatos, los partidos políticos… y los desarmaron, quedaron reducidos a nada. Ahora es muy distinto porque aquí no hay partidos, no hay cúpulas. Es la masa ciudadana que se rige por una cultura distinta. Entonces ni una masacre callejera para la cosa. Yo creo que los militares no están en condiciones de dar un segundo golpe, pero al mismo tiempo el movimiento social va a tener que preocupase de los militares porque son los únicos que pueden pararlos.


jueves, 16 de mayo de 2013

MUERTE ANUNCIADA DE LAS ISAPRES


Hay cosas que se pueden arreglar y otras que simplemente no tienen remedio. Esto último es el caso de las Isapres. A más de 30 años de que la dictadura introdujera el sistema privado de seguros de salud y a casi tres años desde que el Tribunal Constitucional las declarara al margen de nuestro sistema jurídico, hoy somos testigos del lento y agónico fin de un sistema ineficiente, injusto y abusivo. ¿Se imagina que en esta campaña presidencial nos pongamos a discutir cómo “perfeccionar” el sistema de Isapres? Llevamos más de 20 años tratando de enmendar el rumbo y mientras más retoques se hacen al sistema, más imperfecciones aparecen. Y al igual que en otros sectores, el mercado de la Isapres presenta una concentración cada vez mayor. Hoy cinco grupos controlan más de la mitad de ese mercado. No es de extrañar, entonces, que el sistema privado haya ido perdiendo cada vez más cotizantes. En 2003, las Isapres captaban 24,5 % de todos los cotizantes chilenos. En 2010 fue 21,8 % y la tendencia a la baja sigue. Ya pasó el tiempo de la reforma para salvar el sistema. El actual gobierno tuvo su tiempo y no lo aprovechó. Las Isapres tuvieron su oportunidad y la rechazaron. Los próximos gobiernos tendrán urgencias suficientes en el sector público de la salud como para perder tiempo y energías en un sistema que no quiere y no merece ser salvado. Sin embargo, poner fin a las Isapres es un asunto más fácil de decir que de implementar. Por eso, más que proponer que se deroguen o terminen por decreto, hay que volver a enfocarse en la salud pública. Mal que mal, ocho de cada 10 chilenos y chilenas que cotizan lo hacen en Fonasa. Tenemos que dedicar nuestros esfuerzos a diseñar y poner en marcha un sistema de salud público del cual nos podamos sentir orgullosos. Un sistema al que aportamos todos y donde todos gocemos de sus beneficios. Este sistema no sólo tiene que ser solidario, sino que además aspirar a ser de excelencia, con una articulación correcta y eficiente entre lo público y lo privado. Tenemos que aspirar, y podemos lograr, un sistema público que trate bien a los pacientes y sus familias, que cuente con hospitales modernos y amigables, con redes asistenciales eficaces y bien interconectadas, con una libre elección que no funcione simplemente bajo las reglas del mercado, sino que permita a las personas acceder a médicos y especialistas sin necesidad de esperar años por una atención. Debemos apuntar a un sistema público de salud que se transforme en un gran poder negociador frente a los monopolios que controlan el mercado de los medicamentos, que ponga la salud de los chilenos y chilenas por sobre los intereses del “complejo médico-industrial”. Es evidente que el actual sistema público no está a la altura de lo que el país requiere y exige. Su oferta suele ser caracterizada como de baja calidad, con problemas de cobertura, déficit de especialistas y una mala atención. También para los profesionales y funcionarios de la salud es muchas veces un espacio laboral sumamente ingrato, con carencias de recursos y de infraestructura inaceptables, con una carga de trabajo excesiva, con ineficiencias administrativas que dificultan su labor, con pocos estímulos para llevar adelante una buena carrera funcionaria. El problema es que el actual gobierno ha ido en la dirección contraria: en vez de fortalecer el sistema público, lo tiene semiabandonado. Pese a que al ministro Jaime Mañalich le gusta aparecer mucho en la prensa y hacer anuncios de todo tipo, lo cierto es que durante el actual gobierno el avance en términos de calidad, eficacia y respeto por el paciente ha sido más bien paupérrimo. Un ejemplo que ilustra que para el ministro y el gobierno el sector público es secundario es el Hospital Clínico de Ñuñoa. Prometido para ser inaugurado este año, la falta de financiamiento hará que el edificio de cinco pisos en Avenida Grecia sea una suerte de elefante blanco hasta, por lo menos, 2015. Mientras tanto, los vecinos del sector, que incluye a la populosa Villa Frei, tendrán que esperar. No hay que engañarse. En los próximos años el éxodo de las Isapres continuará porque la gente está cansada de los abusos financieros y administrativos, de la enorme letra chica escondida entre líneas en sus contratos de salud privados. Entonces, el sistema público tiene que prepararse para acoger a millones de cotizantes nuevos y al mismo tiempo satisfacer las demandas y expectativas de los millones que ya atiende. Chile está en un momento de su desarrollo económico donde ya no caben las excusas: o mejoramos radicalmente el sistema público aunque sea de manera gradual o nos estancamos una vez más.