Hace poco Piñera estuvo en el famoso hospital de Curepto, ése cuya inauguración hizo la Bachelet con una puesta en escena que resultó ser de utilería: camillas prestadas, enfermos imaginarios y pseudo parturientas fueron entonces parte de la escenografía. Lo novedoso es que a juzgar por los estragos que causó el terremoto en el hospital, no sólo la implementación era de cartón sino también el edificio. La verdad es que la ex Mandataria no tuvo la culpa y fue víctima de un engaño frente al que se manifestó “indignada” con las autoridades de salud regional, el Intendente del Maule y los encargados de la avanzada presidencial de la época. Lo notable es que pese a que el escándalo involucró a una cantidad no menor de funcionarios de confianza de la ex Presidenta, el episodio ni siquiera rozó su popularidad.
Lagos tampoco estuvo exento de este tipo de problemas en su gobierno pero salió igualmente indemne de ellos. Durante su mandato la CORFO , cuyo Vicepresidente Ejecutivo era entonces un yerno de Lagos, entregó una buena cantidad de millones de dólares a una corredora de bolsa de dudosa reputación (Inverlink) para que los administrara ¿Qué pasó? La plata desapareció.
Lagos y Bachelet consiguieron no dejarse salpicar por escándalos. ¿Cuál fue la estrategia? Acotar la responsabilidad y así… zafar. Piñera comete el error contrario. Se hace omni-responsable de todo lo que pasa. En parte porque debe de estar acostumbrado a pagar los costos de su libertad, en parte porque como comunicador es un desastre.
Lagos y su yerno fueron víctimas de un engaño igual que la Michelle con el hospital de Curepto, pero vale la pena recordar la explicación del ex Mandatario porque fue de antología: “Es como si entran a mi casa me robaran un jarrón y después lo llevan a un reducidor. Ese es el rol de Inverlink. Lo llevan a un reducidor y después se descubre el jarrón. Obviamente, lo voy a recuperar, porque el jarrón es mío. Es exactamente lo que ha ocurrido en la CORFO ”.
¡Así de simple! Que recuperar plata no fuera tan fácil como recuperar un jarrón, que nadie entró a la casa de gobierno sino que fuera el gobierno el que llevó el jarrón a una casa de mala reputación y que el jarrón no fuera de propiedad de Lagos sino de todos los contribuyentes, fueron detalles de la analogía que se le escaparon a la inteligencia preclara de Capitán Planeta. El hecho es que este episodio tampoco afectó en nada la aprobación popular de Lagos, como en nada afectó a la Michelle lo ocurrido en Curepto.
Chile deportes merece también una mención especial. Durante el gobierno de Lagos se asignaron 400 millones de pesos a personas muertas, a ancianas que serían capacitadas en lucha libre y a proyectos que finalmente nunca se hicieron. Durante el de Bachelet, la irregularidad se destapó junto con el poco honroso currículo académico de la vicepresidenta de Chile deportes.
Nuevamente, los Presidentes en cuestión salieron incólumes del escándalo. Bachelet dijo que el Gobierno sería “implacable” frente a ese tipo de abusos y Lagos hizo gala de una prudencia sin precedentes declinando referirse al asunto porque no le parecía “adecuado” comentar la contingencia.
La cosa es que después de muchos casos como éstos, Lagos y Bachelet pasaron a ser para mí algo así como la versión política del protagonista de una serie televisiva que se llamaba Highlander o Inmortal; e incluyo a Lagos porque tengo la convicción de que seguiría liderando las encuestas si no fuera porque cometió un par de errores que la gente sintió en carne propia (como el del Tren al Sur y el del Transantiago), y que eran demasiado groseros como para poder ser manipulados comunicacionalmente.
La pregunta que no puedo dejar de hacerme es cómo fue que ambos consiguieron no dejarse salpicar por cosas que pasaron en gobiernos y con funcionarios de su confianza y qué papel ocupó entonces en el discurso de la Concertación la idea de ‘responsabilidad política’, tan manoseada esta última semana.
Si uno revisa las declaraciones de la época, se encuentra con una serie de frases típicas que pueden servir de explicación. “La justicia tomará las medidas que correspondan”, “Dejemos que las instituciones funcionen” y “No se va a culpar al Presidente(a) por lo que hicieron un par de ejecutivos” son algunas de mis favoritas.
¿Cuál fue la estrategia? Acotar la responsabilidad, restringirla a una parcela de mínima extensión y así… zafar. Llenarse la boca con la defensa de toda clase de libertades individuales y al mismo tiempo reducir la responsabilidad personal a su más mínima expresión, sobre todo la del Presidente que por momentos pareció estar más allá del bien y del mal.
Piñera, por su parte, comete el error contrario. Se hace omnipresente y en esa misma medida, omni-responsable de todo lo que pasa. En parte porque como empresario debe de estar acostumbrado a asumir y pagar los costos de su libertad, en parte quizá porque como comunicador es un desastre.
Es de esperar que sin replicar el modelo anterior, de dudosa legitimidad moral, el Presidente aprenda un poco de sus predecesores.