martes, 10 de marzo de 2015

CAÍDA DE LOS PATRONES DE LA DICTADURA

Una vez conocida la prisión preventiva para los dueños de Penta, todos quedamos mirando choqueados la televisión. No lo podíamos creer: habían caído quienes todos sabíamos que en un país normal, y no uno patronal y sumamente segmentado como el nuestro, debían ser juzgados por haber cometido fraude al Estado. Era una sensación extraña, democratizadora y a la que comúnmente no estamos acostumbrados. Pero nuestra falta de acostumbramiento no se debe a que vivamos en la ley de la selva ni nada parecido, sino porque quienes se encuentran hoy en Capitán Yaber, fueron los que crearon la idea de este país tal cual la conocemos hoy; son los que escribieron el relato de ese Chile exitoso que no necesitaba al Estado y menos a la política para ser grande y fuerte. El Chile post dictatorial fue-como todos sabemos- creado por la dictadura y los acuerdos de quienes se enriquecieron en ella. La manera de hacer negocios y la idea de que nuestra sociedad necesitaba reconciliarse y no pelearse más por ideas políticas, fue lo que instauraron, entre otros, personas como Délano. Recordemos que el “Choclo” fue el cerebro tras la engañosamente despolitizada campaña de un Joaquín Lavín que venía a coronar una década como los noventa, en donde nos apagaron el cerebro y nos incitaron solamente a comprar. Ya que era, al parecer, el único derecho al que podíamos acceder. Por lo tanto, es importante ver el alcance histórico de lo que sucedió este fin de semana. Si es que somos más rigurosos incluso podríamos decir que es un juicio al régimen cívico militar comandado por Pinochet. Es un juicio tardíoclaro está- pero es una manera democrática de juzgar lo que parecía que no podría nunca llegar a ser juzgado. Y me refiero al legado interminable que fue implementado por el miedo y por el constante estado de excepción. A esa visión incuestionable de que el empresariado había llegado a detentar el poder por el esfuerzo, aunque supiéramos que se debía solamente a nuestra mediocre estratificación social. A que únicamente algunos eran los dueños de las simbologías republicanas debido a sus apellidos y a sus eternas influencias. Y a que si se encontraban en problemas tenían tropas que decían ser de todos nosotros, pero claramente respondían ante ellos, los dueños de este fundo. Es cosa de leer historia y preguntarse quiénes son los que siempre ganan. Es cosa, también, de preguntar a quiénes beneficia el discurso indignado que duda de la institucionalidad. Porque mientras más dudamos de nuestra democracia, más le pertenece a ellos. Es por eso que esta muestra de robustez de parte de la justicia, puede conducir, aunque sea, a un pequeño orden de las cosas. A un pequeño equilibrio de la balanza. Y principalmente a una revisión histórica del empresariado y su dominio por sobre lo democrático y lo ético. Porque tienen una ética aparte, y esto les puede hacer ver que todos somos ciudadanos por igual aunque crean lo contrario. Esto-si es que no se queda en un simple escarmiento de unos pocos días- puede hacernos reflexionar a todos y demostrar que no es civilizado que en este siglo todavía las castas se muevan según su propia moral. No es sano que algunos se sientan dueños de los símbolos y por lo mismo pasen por encima de estos. Si bien el dictador murió hace tiempo, la idea que sustentó con su violencia durante diecisiete años sigue vigente bajo el mando de los patrones para los que él fue el capataz. El mejor empleado. El gran y eterno aval. Y esos patrones ahora se vieron más ciudadanos ante nuestros ojos, lo que demuestra que nada es infalible, y menos cuando son ideas inventadas por el poder, porque la realidad tarde o temprano se impone. 
F. Mendez  E. L