No hay dos eventos que
le hayan provocado más daño a la cultura democrática y a la convivencia interna
en el Partido Socialista que el XXIII Congreso (1971) y el XXVII Congreso
(2005). Por pura coincidencia ambos se desarrollaron los últimos días del mes
de enero. El segundo, no sólo rompió para siempre amistades y trayectorias
políticas surgidas en los peores años de la dictadura, sino que, también, el
serio esfuerzo que realizaba aquella directiva por sacudirse del burocratismo,
el aparatismo y la cooptación que el PS había heredado desde los convulsos años
60 y que se oficializó en el Congreso de La Serena de 1971, oportunidad en que
la mesa liderada Aniceto Rodríguez, responsable del triunfo de Allende, fue
acusada de “guatones”, y barrida en ese certamen. Tal como se repitió en 2005,
cuando un grupo ajeno al proyecto Bachelet –que por entonces tenía como
candidato a José Miguel Insulza– se tomó la colectividad con la complicidad de
Ricardo Núñez. En La Serena 71
se formalizó al margen del proyecto institucional que encabezaba Allende la
creación de un frente interno encargado de la organización,
y de una comisión de defensa
de la que dependerían un aparato militar y una estructura de
inteligencia. Esa fue la culminación de un largo proceso incubado a partir de
1965 que, influido por la revolución cubana, terminó en la bolchevización del
PS que, hasta entonces, se había caracterizado por ser un partido bastante
asambleísta, de mucha deliberación y discusión de tesis profundas sobre la
naturaleza democrática del socialismo local que encabezó el rector de la
Universidad de Chile, Eugenio González (“No concebimos la política como medio
de encumbramiento personal, tampoco como ocasión de popularidad y vanagloria.
Menos aún como empresa de utilización del poder”) y que se tradujo en el
programa de 1947, o el largo intercambio epistolar (“La polémica
socialista-comunista”) que tuvo Raúl Ampuero con el secretario general del PC y
que llenó la discusión pública a lo largo de los 50 y 60 en un rico debate que
siempre diferenció al socialismo criollo de los partidos estalinistas: “Ya
hemos planteado la inconveniencia de erigir en autoridad ideológica
indiscutible a cualquier partido en particular, precisamente cuando las
transformaciones sociales se producen con velocidad vertiginosa en nuestra
época” LA MILITARIZACIÓN DEL PS El cambio en el paradigma democrático que a
lo largo de varias décadas construyó el PS lo expresó muy bien el polémico
Documento de Marzo que evacuó la dirección clandestina en 1974 y que, entre
otras cosas, responsabilizó a la propia organización por la derrota de 1973,
debido a su falta de una conducción única, centralizada y homogénea“ ausencia de
una columna vertebral marxista leninista” y propuso algo totalmente ajeno
a su cultura política: “Avanzar hacia mayores niveles de unidad con el PC”, lo
que no era otra cosa que la fusión con el partido de la hoz y el martillo. Por
tal motivo aquel texto fue catalogado por una inmensa mayoría de dirigentes
como “liquidacionista”. La feroz dictadura y la sobrevivencia clandestina no
hicieron otra cosa que fortalecer el militarismo y sus derivados (el secreto,
la compartimentación y la obediencia debida) proceso que la actual Presidenta
vivió en carne propia. Hay que recordar
que ella fue parte del grupo de ayudistas del malogrado Carlos Lorca, que luego
fue detenida junto a su madre y llevada a Villa Grimaldi por haber otorgado
protección a una joven del MIR, motivo por el cual Manuel Contreras estuvo a
punto de convertirla en otra víctima fatal del terror. En su exilio en la RDA
trabajó en el frente interno que, bajo la fórmula de los encargados del
partido, revisaba hasta la correspondencia de los militantes, lo que llevó a
decir a Rodríguez Elizondo que aquella práctica fue el ejemplo más visible de
“la criptografía y paranoia” que se apoderó del PS en el exilio. Fue común, además, que muchos cuadros del PS
recibieran instrucción militar, fuese en la URSS, Cuba o hasta en la misma
Corea del Norte, y es muy probable que la Mandataria no haya escapado a ese
proceso, en especial si ella militó en la fracción que se quedó tras la cortina
de hierro y donde las características de bolchevización, lejos de extinguirse,
se fortalecieron. Una temprana y dramática experiencia amorosa juvenil la hizo
vivir en carne propia La vida de los otros y
sufrió en primera persona la traición que tuvo como protagonista a su propio
novio, Jaime López, número uno de la organización tras la caída de Lorca y a
quien los sobrevivientes responsabilizan por la delación de dos directivas
clandestinas sucesivas que terminaron en condición de desaparecidos. Como se sabe, López al igual que toda la
dirección de la JS de la época, leían La Orquesta Roja y admiraban al
personaje central de la trama: Leopold Trepper. Según Jaime Gazmuri, en El
sol y la bruma, aquella era la primera lectura obligatoria en la
clandestinidad, el primer manual. A ese proceso de formación política en que
estuvo inmersa hay que agregar su origen familiar militar y no sabremos nunca
cuántas de sus convicciones fueron transmitidas por su padre, a quien ella
reiteradamente ha dicho admirar. En recientes declaraciones, por ejemplo, ha
insinuado que le gustan frases como aquella que subraya que “quien se mueve no sale en la foto”. Gonzalo Martner
quien la contradijo públicamente-, Camilo Escalona que se sobregiró en su papel
de factótum y Juan Carvajal quien
se autoerigió como el responsable de su popularidad han conocido, entre otros,
muy de cerca la seriedad con que la Presidenta se toma esta frase. Quienes la conocieron como parte del comité
central o de la comisión política en los años 90, la recuerdan más bien por su
silencio que por sus intervenciones. Una mujer despierta e inteligente, pero de
escasa expresión. Por el 2003, cuando ella ya era una figura pública, Carmen
Lazo, en uno de sus constantes viajes a Rancagua, me confesó que alguna vez la
propuso para la comisión programa del PS, pero que ella no aceptó pues
consideraba que había otros más indicados para esa tarea. Su propia vida
cotidiana está más bien llena de silencios y complicidades, donde no
abunda la actividad social más allá del círculo afectivo de amistades. También hay que recordar que la Presidenta
electa ostenta una profesión donde se fortalece el trabajo individual y en
solitario. Y si bien el secretismo puede
resultar eficiente en la clandestinidad, en el ejercicio de la profesión y en
el mundo militar, llevado a la política postmoderna hija de las redes sociales
y el peso de la opinión pública, puede resultar desastrosa. EL ECOSISTEMA POLÍTICO Si bien el secreto, en el mundo desde el cual
proviene, puede ser una forma de mantener la autoridad y el control, en
particular en la designación de funcionarios (antes casi siempre filtrados, a veces desde la
propia Moneda, para chequear nombres y aceptación), escasamente resulta
efectivo en el actual ecosistema político. En efecto, en una actividad donde el
diálogo, el debate y el “copuchenteo” son consustanciales, por lo demás, en un
mundo cristiano como el nuestro, donde la confesión es uno de los rituales
básicos de socialización, así como el intercambio de información, dicha
práctica puede ser desastrosa tal como le ocurrió recientemente, tanto que se
designó a Mahmud Aleuy como el encargado del recontrachequeo. Y es que en
la seguidilla de errores que hemos visto se constata una y otra vez la omisión
presidencial que la lleva a no valorar ni respetar leyes naturales del
ecosistema político, que no sólo la han dejado mal parada antes de iniciar su
gobierno, sino cuyos efectos negativos pueden aún prolongarse peligrosamente en
el tiempo. La Presidenta electa, cuyo carisma
no es discutido por nadie, se enreda fácilmente cuando introduce en la política
una lógica ajena a la naturaleza de este ecosistema, evidenciando,
con ello, un profundo desprecio por las formas y ritos de hoy. A estas alturas
cabe preguntarse ¿cuál ha sido su ganancia por
imponer el secretismo en las nominaciones? Cero y,
sin embargo, los costos han resultado altísimos: ante la opinión pública, con
el mundo estudiantil, para su propia imagen y para qué hablar de los partidos
políticos cuyos dirigentes cada vez más explícitamente marcan mayor distancia
con ella. En tal sentido, la evidencia indica que ha sido una práctica poco
efectiva y contraproducente. Cabe ahora interrogarse si la actual mandataria
insistirá en el secretismo y la máxima lealtad con lógica de agencia de
inteligencia en un ambiente cada vez más público e informado. . La reciente
nominación de Aleuy parece que, más que hacerla reflexionar en torno a lo
oportuno de esta conducta llevada a las esferas del gobierno, ha fortalecido su
creencia en la burocracia hermética como instrumento de gobernabilidad. Está
por verse si tal insistencia le traerá algún beneficio político o,
definitivamente, será el Talón de Aquiles que la acompañará durante toda su
administración. Edison Ortiz