El diario El Mercurio y algunos de sus medios asociados, así como el Consorcio
Periodístico Copesa, recibieron
dinero de la DINA en 1975. Los pagos se efectuaron mediante cheques que ambas empresas cobraron
desde una millonaria cuenta encubierta que esta organización criminal mantenía
en un banco nacional, cuyo titular era el jefe de este organismo, Manuel
Contreras.Los medios que en un informe de la Corte Suprema aparecen cobrando
documentos extendidos por el organismo de fachada son, además de El
Mercurio y Copesa, los diarios Las
Ultimas Noticias, Diario
Austral, La
Nación, La
Prensa, además de El
Díay La Discusión de Chillán. También recibieron pagos los semanarios Qué
Pasa y Ercilla y las agencias internacionales de noticias United
Press International, UPI y France
Press, como también la agencia nacional Orbe. Los documentos, que llevaban la inconfundible firma de Contreras,
fueron cobrados desde la cuenta corriente N° 13280724 del Banco de Crédito e
Inversiones de la época, la que en todo caso figuraba bajo el nombre falso de
“Dirección de Rehabilitación Nacional, DINAR”.A juicio de organismos de Derechos Humanos, los pagos efectuados por
la DINA a estos órganos de prensa, explican no sólo el ocultamiento en la
información de estos medios acerca de los crímenes de la dictadura, sino
también su complicidad al informar sobre supuestos enfrentamientos en los que
murieron militantes de izquierda, cuando judicialmente quedó establecido que
sus muertes fueron asesinatos y desaparecimientos.Entre estas informaciones de
prensa está la Operación Colombo. Esta fue un montaje de la dictadura sobre 119
detenidos desaparecidos que algunos de esos medios hicieron figurar como
ejecutados por sus propios compañeros en
Argentina, producto de rencillas políticas internas o muertos en inventados
enfrentamientos con las fuerzas policiales argentinas.También está el crimen de
Rinconada de Maipú, en el que algunos periodistas “cubrieron la espalda” de la
DINA difundiendo un falso enfrentamiento con agentes, cuando los prisioneros
salieron muertos desde Villa Grimaldi, tal como confirmó la investigación judicial
sobre el caso.A ello se suman los múltiples falsos intentos de fuga de
prisioneros informados por estos medios en Santiago y
regiones, cuando los juicios y respectivos protocolos de autopsia determinaron
que fueron crímenes, como aquellos de Pisagua, Temuco, San Antonio, Copiapó,
Calama, Linares y Santiago, entre otros.La DINA también financió desde esta
cuenta a distintos estamentos del Ejército, como su Comandancia en Jefe, el
Comando de Institutos Militares, CIM, el Batallón de Telecomunicaciones, la
Escuela de Infantería de San Bernardo, los regimientos de Infantería N°4
“Arauco” y N° 9 de Chillán, el Instituto Geográfico Militar y la Fábrica de
Materiales y Armamento, Famae.La propia Junta de Gobierno, la Secretaría
General de Gobierno y la Escuela Naval, también cobraron cheques desde la
cuenta de “DINAR”.Todos los documentos fueron cobrados en “escudos” que era la moneda
nacional vigente en Chile hasta el 29 de septiembre de 1975, cuando fue
cambiada al actual peso (para calcular después de esa fecha, 1.000
escudos = 1 peso).De acuerdo al informe del más alto tribunal del país, la DINA
manejó miles de millones de escudos cuando el sueldo vital, ingreso mínimo de
la época, era de 27 mil escudos.Desde esta cuenta también fueron pagados con
altas sumas mensuales los principales agentes, entre ellos Marcelo Moren Brito,
Pedro Espinoza, Christoph Willikie, Eduardo Iturriaga Neumann, Cristián Labeé y
Juan Morales Salgado, además de la amante de Contreras, su secretaria Nélida
Gutiérrez, y la enfermera Carlota Bolumburu, que inyectaba a los prisioneros
para morir en la Clínica Santa Lucía.El referido informe de la Corte Suprema
sobre esta abultada cuenta camuflada, está adscrito al expediente sobre el
crimen del ex canciller de Salvador Allende, Orlando Letelier, cometido por
agentes DINA en Washington en 1976. En él se revisaron todos los movimientos
bancarios ocurridos en esta cuenta durante 1975, cuando la DINA reinaba en el
país. E.M. Jorge E.