domingo, 16 de marzo de 2014

El Libro Blanco de las pensiones que Piñera le heredó a Bachelet

Cinco capítulos desplegados en 89 páginas que proponen una estrategia basada en tres grandes pilares y 15 medidas específicas. Esto es lo que contiene el texto “Propuestas para Mejorar las Pensiones de Vejez”, también conocido como el Libro Blanco de las pensiones chilenas que la administración de Sebastián Piñera entregó a la Presidenta Michelle Bachelet y a las nuevas autoridades del Ministerio del Trabajo. Entre sus propuestas claves plantea subir en 2% la tasa de cotización de los trabajadores en forma directa y modificar la licitación del seguro de invalidez y sobrevivencia para diferenciar por edad, lo que permitiría aumentar la tasa en otro punto adicional. A eso se suma establecer la cotización por el total de las remuneraciones y elevar la edad legal de jubilación de las mujeres, para luego indexar tanto ésta como la de los hombres a las mayores expectativas de vida.
La propuesta establece en 65 años la edad de jubilación legal para las mujeres menores de 43 años al momento de la nueva ley; entre 61 hasta 64 años para las que tuvieran a esa fecha entre 42 y 49 años; y mantenerla en 60 años para las cotizantes que a la fecha del cambio legal tuvieran 50 o más años.
Pero también se plantea masificar el Ahorro Previsional Voluntario Colectivo (APVC) y un nuevo mecanismo para incorporar a los trabajadores independientes al sistema, flexibilizando el calendario instalado en la reforma previsional de 2008 que desde este año los obliga a cotizar por el 100% de su renta imponible y desde 2015 sin posibilidad de negarse ante el Servicio de Impuestos Internos (SII) (ver infografías).
Por el lado del Pilar Solidario que  instaló la reforma previsional de 2008 impulsada por la Presidenta Bachelet, se propone subir en 10% la Pensión Básica Solidaria (PBS) e incrementar los montos del Aporte Previsional Solidario (APS), complemento fiscal para los pensionados de las AFP de menores ingresos, si se posterga la edad de jubilación.  
El documento, que tardó casi dos años de preparación, analiza el funcionamiento del sistema previsional y se concentra sólo en el caso de las pensiones de vejez de trabajadores afiliados al régimen de capitalización individual en las AFP. En el análisis se excluyó a los jubilados de las Fuerzas Armadas y de Orden. 
GRADUALIDAD Y MESURA
Por el impacto que podrían tener las medidas propuestas sobre los ingresos presentes de los afiliados, el Libro Blanco plantea que los cambios y perfeccionamientos deben implementarse de manera gradual para evitar que eso se traduzca en un exceso de ahorro previsional. Como objetivo principal de las reformas propuestas, el documento sostiene que combinando componentes obligatorios y voluntarios la meta debiera ser que estos cambios ayuden a obtener una tasa de reemplazo en un rango de 60% a 70%.
Coordinado por el ex subsecretario de Previsión Social del gobierno anterior, Augusto Iglesias, el trabajo advierte que como el efecto agregado de todas las propuestas llevaría las tasas de reemplazo por sobre los niveles señalados, la estrategia que se adopte para mejorar las pensiones de vejez implica decidir la forma de combinar las distintas propuestas y escoger entre ellas.
“Mientras menos se pueda avanzar en la postergación de la edad de retiro, se requerirá un mayor aumento en tasas de cotización para alcanzar el objetivo de pensión. Mientras más se avance en aumentar la edad de retiro, se necesitará de menores aumentos en tasas de cotización”, cita el texto. A su vez, con un mayor avance en masificar el ahorro previsional colectivo, “menos aumentos se necesitarán en la tasa de cotización obligatoria”.  
Otro punto que resalta es que el efecto fiscal de los ajustes al sistema dependerán de la combinación, orden y gradualidad de las medidas.
CUESTION DE TENDENCIAS
En su análisis, las autoridades del gobierno anterior plantean que los principales desafíos para el sistema de pensiones “no tienen su origen en el carácter privado de su administración ni en el financiamiento de las pensiones de vejez con cuentas de ahorro individual”. Los desafíos, agrega, “son el resultado de tendencias sociales y económicas que se originan fuera del propio sistema previsional y sobre las cuales, en algunos casos, su diseño sólo tiene influencia parcial e indirecta”.
Advierte que mientras el crecimiento de salarios en la vida laboral alimenta las perspectivas de mejores pensiones de vejez, éstas se encuentran bajo la presión de una insuficiente densidad de cotizaciones, del aumento en expectativas de vida de los pensionados y de la menor rentabilidad del ahorro previsional. Estos fenómenos, a su vez, tienen su origen en las características del mercado laboral, los avances en salud y las tendencias en el mercado de capitales, y no en el diseño específico del sistema de pensiones.
“Todos los factores que llevan a una baja densidad de cotizaciones en el sistema de ahorro previsional individual, como carreras laborales interrumpidas, movimientos entre sectores formales e informales de la economía, retiros anticipados, entrada tardía al mundo laboral y desempleo, también reducen las pensiones en un modelo de reparto”, señala el informe.
NO AL SISTEMA DE REPARTO
Punto clave es que el Libro Blanco fustiga las opiniones a favor de volver al desaparecido sistema de reparto que en 1981 fue reemplazado por la instalación del D 3.500 que dio origen al modelo de las AFP.  “Tomar el camino de regreso a nuestro antiguo sistema previsional representaría un grave error. La experiencia histórica de nuestro país aporta suficiente evidencia respecto a la magnitud de las debilidades y limitaciones de los sistemas de reparto”, dice.  
Agrega que corresponde “ponderar, primero, si existe o no un sistema alternativo que se acomode mejor a las tendencias económicas y sociales que dan origen a los problemas identificados y, luego, en caso de una respuesta negativa a esta pregunta, cuáles son los ajustes que se debería hacer al diseño más detallado y específico del sistema existente para que dichas tendencias no sean un obstáculo al logro de sus objetivos”.
Y advierte que si bien las reformas propuestas implican cambios en algunos de los parámetros más relevantes del sistema y un importante esfuerzo de educación y difusión, se debe mantener y potenciar la actual estructura previsional con sus tres “pilares” principales. (1) Un sistema de pensiones solidario, financiado con aportes del presupuesto público y con un rol de ayuda para los trabajadores más pobres. (2) El sistema de ahorro individual obligatorio, para quienes participan de modo regular en el mercado formal y que “sirve para transformar eficientemente las cotizaciones en capital que luego servirá para financiar las pensiones”. (3) El ahorro previsional voluntario que busca a mejorar las pensiones de quienes tienen capacidad.
“Las reformas que necesita el sistema de pensiones chileno no pasan por un cambio de su estructura. Una estrategia de reforma exitosa debe preservar los elementos esenciales de diseño que hoy caracterizan a nuestro sistema previsional”, sentencia el texto. 
EL IMPACTO ECONOMICO
El efecto del régimen de capitalización individual en la economía es una materia que cruza el informe. Por el lado del mercado de capitales, se valora la acumulación de fondos y la evolución de regulaciones financieras, en todo caso, proceso necesario para crear un marco institucional ad hoc para la inversión de los fondos de pensiones.
Desde el punto de vista macroeconómico, el diagnóstico es que favoreció el ahorro de los sectores público y privado; y que actuó de buena manera sobre el mercado del trabajo por el menor costo y la mayor movilidad de la mano de obra, al eliminarse los regímenes de pensión especiales y debilitarse incentivos para el trabajo informal.
Los cálculos de los técnicos detrás del informe indican que el sistema de pensiones de ahorro individual “significó para Chile un impulso relevante en su proceso de desarrollo económico, estimado entre 8% y 10% del crecimiento acumulado desde la reforma del año 1981”.  
A eso agregan otras ventajas como los sucesivos perfeccionamientos al régimen de inversiones de los fondos de pensiones, que hoy permiten a AFP y afiliados estructurar portafolios con  combinaciones más adecuadas de retorno y riesgo, y el desarrollo de incentivos para el ahorro previsional voluntario (APV), “complemento absolutamente necesario al ahorro obligatorio”.
También hay un par de gestos hacia la reforma de Bachelet: se valora el desarrollo de mecanismos para incorporar a los trabajadores independientes, las iniciativas para mejorar las pensiones de las mujeres y en especial “la consolidación de un programa de pensiones solidarias” que ha permitido abordar el problema de las pensiones de los trabajadores de menores ingresos.
Sin embargo, “la evidencia permite concluir que estos cambios no han sido siempre suficientes o efectivos, y que persisten desafíos que se deben enfrentar con nuevas propuestas.
TASAS DE REEMPLAZO
El Libro Blanco señala que “por su propia naturaleza, el sistema de ahorro individual no hace promesas sobre los niveles de las futuras pensiones de vejez”, aunque la evidencia sugiere que los afiliados a las AFP esperan (o desean) pensiones de vejez que representen un 70% o más  de sus últimos salarios. 
Agrega que este nivel de expectativas es alto y que incluso la OIT sugiere una tasa de reemplazo de 45% para trabajadores que contribuyeron al sistema de pensiones por más de 30 años. También que el promedio en los países de la Ocde es de 65,8%.
Otro dato que entrega es que un estudio de la Superintendencia de Pensiones reveló que quienes se pensionaron entre enero de 2012 y mayo de 2013 (por vejez o anticipadamente), tras cotizar por más de 30 años en el sistema de AFP, obtuvieron pensiones -sólo del componente obligatorio- por un 54%  (66% en el caso de los hombres y 42% en las mujeres) de las remuneraciones por las que efectivamente cotizaron en promedio en los últimos 10 años. 
“Este promedio esconde una gran variedad de casos. De hecho, la mediana de la tasa de reemplazo para ese grupo es de 48% (38% para mujeres y 62% para los hombres), lo que significa que la mitad de estos pensionados tienen tasas de reemplazo iguales o inferiores a 48%”, afirma.
La brecha de expectativas y realidad de las pensiones de vejez también se explica por cambios en las condiciones sociales, demográficas y económicas que enfrenta el sistema previsional y que están impactando negativamente sobre el nivel de las pensiones.
EL NUDO DE LA RENTABILIDAD 
Las tasas de retorno de las inversiones del sistema de pensiones también se analizaron y el diagnóstico es que muestran una tendencia a la baja, “tanto en el caso de la rentabilidad obtenida por el ahorro previsional antes de la pensión (la rentabilidad de los fondos de pensiones), como en la rentabilidad esperada durante los años de pensión”, consigna el libro.

El análisis continúa con que la rentabilidad de los fondos de pensiones para sucesivas cohortes de afiliados caen sostenidamente desde los inicios del sistema. Así es como, según los cálculos del estudio, mientras para quienes se afiliaron al sistema en 1981 la tasa interna de retorno a junio de 2013 fue de 7,3%, la rentabilidad promedio anual para quienes se afiliaron en 1990 es de 5,9% y para los afiliados desde 2000 cae a 5,1%.