Chile es el país que tiene "más
privatizada" la educación terciaria y cerca del 80% de la matrícula
estudia en una institución privada.“La excepción,
hoy en día, es Chile”. Cristóbal Villalobos, académico de la U. Diego Portales,
describe así el panorama de la educación superior en América Latina. Esto,
porque “si se ven los países de la región, las universidades públicas o
estatales son gratuitas o bien, el pago de aranceles es muy inferior al
chileno”, dice el también investigador del Centro de Políticas Comparadas en
Educación. Y ejemplifica con Uruguay, Venezuela y Argentina.
En cambio, en Chile,
sólo 16 de las 60 universidades son estatales y sus aranceles pueden bordear
hasta los $ 4,8 millones en las carreras de la salud. También hay nueve
instituciones “públicas no estatales”, que fueron creadas antes de 1981, cuyos
valores son similares a las estatales, y luego están las privadas, donde los
alumnos pueden pagar hasta $ 6 millones al año, si es que no cuentan con alguna
beca de arancel.
En materia de gratuidad,
en 2013, las autoridades del Mineduc entregaron 276 mil becas de aranceles,
aunque en la mayoría de los casos éstas no cubren el total del valor de la
carrera. Si a ello se suman los créditos (Fondo Solidario y Con Aval del
Estado), la inversión alcanza a $ 980 mil millones y la cobertura se extiende
al 53% de los alumnos.
Situaciones como estas
son las que, de aquí a seis años, deberían cambiar debido al anuncio de la
Presidenta Michelle Bachelet de gratuidad universal en la educación terciaria.
Es por eso, además, que
la situación de la educación superior en la región cobra relevancia,
considerando también que esta semana los rectores de los planteles estatales le
solicitaron al ministro del ramo que la gratuidad en el sistema se iniciara por
ellas.
BIEN PUBLICO SOCIAL
“La Educación Superior es
un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado”,
se indicó en la Conferencia regional del área, realizada por la Unesco en 2008.
En dicha instancia
también se señaló que la enseñanza terciaria, “se enfrenta a corrientes que
promueven su mercantilización y privatización”, punto que es abordado por
Gonzalo Zapata, investigador del Centro de Políticas y Prácticas de la
Educación (Ceppe) de la UC.
“Más allá de las
diferencias en América Latina, la tendencia generalizada de las últimas décadas
ha sido hacia la creciente privatización en toda la región. En comparación con
el resto del mundo, América Latina tiene la proporción más alta de
instituciones y matrícula atendidas por el sector privado”, señala.
De hecho, según el
investigador de la U. Diego Portales, de los 24 millones de alumnos terciarios
que hay en América Latina, cerca del 50% estudia en un plantel privado y cerca
del 80% de la matrícula chilena lo hace en un plantel de ese tipo.
A pesar de eso, Zapata
señala que la oferta pública “es financiada directamente por el Estado (...), y
ésta prima fundamentalmente en aquellos países en los que existen sectores
públicos importantes”.
Uno de los países que
tiene una baja cifra es Argentina, país que desde los años 1950 tiene abiertas
las universidades públicas a todos los connacionales.
Este modelo es uno de los
más citados en Chile, pero Marcelo Rabossi, profesor de la U. Torcuato di
Tella, de Buenos Aires, publicó en la revista Higher Education que edita el
Ceppe que, de los 1,4 millones de alumnos que están en esas 54 universidades,
“el 22% de todos los alumnos logra graduarse”, y añadió que “en más de un
tercio de las universidades públicas de Argentina, las tasas de abandono
superan el 80%”, por lo cual se han debido desarrollar distintas políticas para
limitar la deserción, como crear carreras más cortas y técnicas.
Villalobos señala que
México es otro país donde hay universidades gratuitas, pero allí es el Estado
quien financia directamente los planteles. Mientras que en Uruguay, tras el
egreso de la U. de la República, la única universidad pública (junto a cinco
instituciones privadas), los estudiantes deben realizar un aporte al plantel.
En Brasil, donde las
universidades federales superan las 60, pero también hay planteles públicos,
estatales y privados, también se implementó un sistema de gratuidad en las que
dependen de los estados federales. En ellas se implementó, según Villalobos, un
sistema de cuotas para que hasta el 50% de la matrícula provenga de las
escuelas públicas.
En Ecuador, en la década
pasada, hubo un fuerte aumento de las instituciones privadas, en desmedro de
las estatales. Sin embargo, en 2010, se instauró la gratuidad buscando asegurar
la calidad de las instituciones y la inclusión, con resultados “positivos”,
según sus autoridades.
DESAFIOS
Francisco Javier Gil,
director de la Cátedra Unesco-Usach, señala que “la gratuidad no va a
garantizar mayor inclusión, si es que no se hace una profunda reforma al
sistema de ingreso”. Esto, porque si es que se exigen, por ejemplo, 650 puntos
PSU para un cupo a la universidad, “los dejas a casi todos fuera”.
Zapata señala, por otro
lado, que “la educación superior necesita de política, con claros objetivos,
controles y financiamientos acordes al diseño. Uno de los errores más
recurrentes en la región ha sido el crecimiento desregulado de la educación
superior, muchas veces financiado pobremente, sin evaluación, acompañamiento ni
control”.
Mientras, el experto en
educación José Joaquín Brunner señala en su paper “Nuevas dinámicas de
educación superior latinoamericana”, que en cuanto al acceso, hay que “tomar en
cuenta las consecuencias de un ingreso masivo. En particular que, por un
tiempo, un mayor número de estudiantes vendrá de hogares ubicados en los
últimos tres quintiles de ingreso, cuyo capital económico, social y cultural es
reducido”.
Chile es el país que tiene "más
privatizada" la educación terciaria y cerca del 80% de la matrícula
estudia en una institución privada.“La excepción,
hoy en día, es Chile”. Cristóbal Villalobos, académico de la U. Diego Portales,
describe así el panorama de la educación superior en América Latina. Esto,
porque “si se ven los países de la región, las universidades públicas o
estatales son gratuitas o bien, el pago de aranceles es muy inferior al
chileno”, dice el también investigador del Centro de Políticas Comparadas en
Educación. Y ejemplifica con Uruguay, Venezuela y Argentina.
En cambio, en Chile,
sólo 16 de las 60 universidades son estatales y sus aranceles pueden bordear
hasta los $ 4,8 millones en las carreras de la salud. También hay nueve
instituciones “públicas no estatales”, que fueron creadas antes de 1981, cuyos
valores son similares a las estatales, y luego están las privadas, donde los
alumnos pueden pagar hasta $ 6 millones al año, si es que no cuentan con alguna
beca de arancel.
En materia de gratuidad,
en 2013, las autoridades del Mineduc entregaron 276 mil becas de aranceles,
aunque en la mayoría de los casos éstas no cubren el total del valor de la
carrera. Si a ello se suman los créditos (Fondo Solidario y Con Aval del
Estado), la inversión alcanza a $ 980 mil millones y la cobertura se extiende
al 53% de los alumnos.
Situaciones como estas
son las que, de aquí a seis años, deberían cambiar debido al anuncio de la
Presidenta Michelle Bachelet de gratuidad universal en la educación terciaria.
Es por eso, además, que
la situación de la educación superior en la región cobra relevancia,
considerando también que esta semana los rectores de los planteles estatales le
solicitaron al ministro del ramo que la gratuidad en el sistema se iniciara por
ellas.
BIEN PUBLICO SOCIAL
“La Educación Superior es
un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado”,
se indicó en la Conferencia regional del área, realizada por la Unesco en 2008.
En dicha instancia
también se señaló que la enseñanza terciaria, “se enfrenta a corrientes que
promueven su mercantilización y privatización”, punto que es abordado por
Gonzalo Zapata, investigador del Centro de Políticas y Prácticas de la
Educación (Ceppe) de la UC.
“Más allá de las
diferencias en América Latina, la tendencia generalizada de las últimas décadas
ha sido hacia la creciente privatización en toda la región. En comparación con
el resto del mundo, América Latina tiene la proporción más alta de
instituciones y matrícula atendidas por el sector privado”, señala.
De hecho, según el
investigador de la U. Diego Portales, de los 24 millones de alumnos terciarios
que hay en América Latina, cerca del 50% estudia en un plantel privado y cerca
del 80% de la matrícula chilena lo hace en un plantel de ese tipo.
A pesar de eso, Zapata
señala que la oferta pública “es financiada directamente por el Estado (...), y
ésta prima fundamentalmente en aquellos países en los que existen sectores
públicos importantes”.
Uno de los países que
tiene una baja cifra es Argentina, país que desde los años 1950 tiene abiertas
las universidades públicas a todos los connacionales.
Este modelo es uno de los
más citados en Chile, pero Marcelo Rabossi, profesor de la U. Torcuato di
Tella, de Buenos Aires, publicó en la revista Higher Education que edita el
Ceppe que, de los 1,4 millones de alumnos que están en esas 54 universidades,
“el 22% de todos los alumnos logra graduarse”, y añadió que “en más de un
tercio de las universidades públicas de Argentina, las tasas de abandono
superan el 80%”, por lo cual se han debido desarrollar distintas políticas para
limitar la deserción, como crear carreras más cortas y técnicas.
Villalobos señala que
México es otro país donde hay universidades gratuitas, pero allí es el Estado
quien financia directamente los planteles. Mientras que en Uruguay, tras el
egreso de la U. de la República, la única universidad pública (junto a cinco
instituciones privadas), los estudiantes deben realizar un aporte al plantel.
En Brasil, donde las
universidades federales superan las 60, pero también hay planteles públicos,
estatales y privados, también se implementó un sistema de gratuidad en las que
dependen de los estados federales. En ellas se implementó, según Villalobos, un
sistema de cuotas para que hasta el 50% de la matrícula provenga de las
escuelas públicas.
En Ecuador, en la década
pasada, hubo un fuerte aumento de las instituciones privadas, en desmedro de
las estatales. Sin embargo, en 2010, se instauró la gratuidad buscando asegurar
la calidad de las instituciones y la inclusión, con resultados “positivos”,
según sus autoridades.
DESAFIOS
Francisco Javier Gil,
director de la Cátedra Unesco-Usach, señala que “la gratuidad no va a
garantizar mayor inclusión, si es que no se hace una profunda reforma al
sistema de ingreso”. Esto, porque si es que se exigen, por ejemplo, 650 puntos
PSU para un cupo a la universidad, “los dejas a casi todos fuera”.
Zapata señala, por otro
lado, que “la educación superior necesita de política, con claros objetivos,
controles y financiamientos acordes al diseño. Uno de los errores más
recurrentes en la región ha sido el crecimiento desregulado de la educación
superior, muchas veces financiado pobremente, sin evaluación, acompañamiento ni
control”.
Mientras, el experto en
educación José Joaquín Brunner señala en su paper “Nuevas dinámicas de
educación superior latinoamericana”, que en cuanto al acceso, hay que “tomar en
cuenta las consecuencias de un ingreso masivo. En particular que, por un
tiempo, un mayor número de estudiantes vendrá de hogares ubicados en los
últimos tres quintiles de ingreso, cuyo capital económico, social y cultural es
reducido”.