domingo, 2 de marzo de 2014

LOS DESAPARECIDOS EN COLONIA DIGNIDAD

Pese a que aún es muy prematuro como para suponer que los cadáveres (cuatro, según las última informaciones) que se han hallado en las inmediaciones del predio de Abratec SA, en la comuna de Bulnes (a 80 kilómetros al norte de Concepción), pertenezcan a alguna de las personas cuyo rastro se perdió allí durante la dictadura y también en el contexto de la “Operación Cóndor”, esa es una las hipótesis principales que se baraja por estos díasPor cierto, Abratec no es una simple empresa chancadora, sino una de las cuatro entidades que, en 1991, se quedaron con el patrimonio de la antigua corporación de derecho privado que hacía de fachada de Colonia Dignidad y que, en una hábil y siniestra maniobra jurídica, recibieron los bienes de la colonia, luego que el gobierno de Patricio Aylwin le quitara, después de 30 años de existencia, la personalidad jurídica. Allí, en el predio de Bulnes, en un artificio de Relaciones Públicas, Paul Schäfer ordenó instalar un “Casino familiar”, para mostrar a los chilenos una cara amable, lo que por cierto era imposible. Entrar allí y ver los rostros autómatas de quienes servían las mesas era una experiencia cercana a una escena de una película de Stanley Kubrick, como lo fue también el hallazgo, en junio de 2005, de los arsenales de la colonia, la mayor incautación de armas efectuada en Chile desde el decomiso de las armas del FPMR en Carrizal Bajo, en 1986. Junto con los lanzacohetes, fusiles, ametralladoras, explosivos y productos químicos de la colonia también se encontraron, por fin, las fichas de inteligencia que se confeccionaban en el interior de dicho recinto. Se trata de 36 mil (40 mil, según otras versiones) fichas, recopiladas laboriosamente por el colono Gerd Seewald desde 1974 en adelante. Apenas incautadas las fichas, el ministro en visita Jorge Zepeda les aplicó la Ley de Inteligencia, lo que impide saber algo respecto de ellas. Lo único objetivo que se conoce de su contenido son los datos que han ido apareciendo en diversos fallos judiciales, que han ido demostrado paso a paso la certeza de todo lo denunciado desde 1973 respecto de la Colonia y su uso no sólo como campo de concentración, sino como un lugar de eliminación de personas. Las estimaciones más conservadoras cifran en cerca de 100 los detenidos que desaparecieron en la Colonia, o en tránsito de este lugar, desde o hacia algún recinto de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).  El caso más conocido es el del mirista Álvaro Vallejos Villagrán, apodado “El Loro Matías”, quien fue detenido en mayo de 1974 en Maipú y trasladado a fines de julio de ese mismo año a la Colonia Dignidad, según atestiguó el soldado adscrito a la DINA Samuel Fuenzalida Devia, quien acompañó al entonces capitán Fernando Gómez Segovia, jefe de la DINA en Parral, en el viaje desde Santiago a la colonia, llevando al detenido, el cual entregaron a Paul Schäfer.
CHANFREAU Y EL ENCAPUCHADO
Luego del fin de la dictadura, el primer caso de Derechos Humanos que se abrió en Chile fue el relativo a la desaparición del ciudadano chileno francés Alfonso Chanfreau. En el fallo por su secuestro, quedó establecido que justamente la información que permitió su detención la proporcionó en Colonia Dignidad (bajo tortura) Vallejos Villagrán, y de eso quedó constancia en una de las fichas de inteligencia encontrada en el enclave germano el 2005. Fechado el 30 de julio de 1974, el documento detalla el interrogatorio a “El Loro Matías” y, bajo el nombre de Alfonso René Chanfreau Oyarzo, se señala “Mirista de Santiago, Estudiante, sin recibirse en filosofía, U. de Chile. Vivía en calle Llico, la casa está en pasaje, alrededor del día 11. Jefe del grupo político-militar N° 5. Está prófugo, escondido en Santiago”. Cabe mencionar que esa misma noche, es decir, el 30 de julio de 1974, un comando de la DINA aprehendió a Chanfreau en su casa de la comuna de Independencia, desde donde fue trasladado al centro de torturas que funcionaba en el número 38 de la calle Londres, en pleno centro de Santiago. A partir de ahí nunca más se supo de su paradero. Otro caso de DD.HH. que tuvo muchas repercusiones fue el del secuestro del médico y diputado Carlos Lorca Tobar, quien fue visto con vida por última vez en la colonia, hacia 1975. Según dijo ante la Vicaría de la  Solidaridad el famoso “encapuchado del Estadio Nacional”, Juan René Muñoz Alarcón, quien desertó de la DINA en 1977, dos años antes había más de 100 prisioneros con vida en la colonia, incluyendo al parlamentario (al final de esta crónica se puede leer el testimonio completo).
En su declaración, copia de la cual consta entre los archivos desclasificados de Estados Unidos, Muñoz vaticinó que sería asesinado y, respecto del enclave nazi, aseveró que “quiero dejar constancia, jurar si es preciso, que parte de los prisioneros están vivos, en malas condiciones físicas, pero muchos de ellos al borde de la locura por el tratamiento que han pasado, muy duro. Me refiero en especial a Carlos Lorca, a Ponce, jefe del frente interno del PS y Secretario General en el momento de su detención. Están en Colonia Dignidad, pabellón segundo. También quiero referirme a Tolosa de las Juventudes Comunistas (JJ.CC.) y del CC (Comité Central)”. Agregó que “los que están vivos no son más de 150 personas, dije antes el número exacto: son ciento cuarenta y tantas personas”, precisando que todos eran “hombres importantes dentro de la clandestinidad y en estos momentos se los mantiene vivos para utilizarlos para cazar al resto” y que “esta gente, hasta el momento, no tiene ninguna seguridad de salir vivos realmente”.
El 22 de octubre de 1977 el cuerpo de Muñoz fue encontrado en un potrero ubicado en la calle Enrique Olivares (Santiago) frente al N°1168, con heridas múltiples cortantes penetrantes en diferentes partes del cuerpo. Otro caso emblemático es el de la desaparición del sacerdote español Antonio Llidó, secuestrado en septiembre de 1974 desde El Arrayán. En la sentencia que condenó a la cúpula de la DINA por este crimen, se detalla que el religioso (y miembro del MIR) pasó por varios cuarteles secretos, hasta que fue trasladado por el cabo de la DINA Manuel Leyton a Colonia Dignidad, donde –según Leyton contó al famoso torturador Osvaldo Romo Mena– se lo entregó a Gómez Segovia, siempre de acuerdo a la sentencia. Leyton, sin embargo, nunca pudo declarar en la causa, pues fue asesinado en 1977 en Santiago por la misma DINA, que le aplicó gas sarín para silenciarlo, luego que Carabineros lo detuviera por el robo de un vehículo.
EL CASO MAINO
Durante los últimos 10 años, la mayoría de las investigaciones que diversos jueces han realizado en torno a los misterios de la DINA y su vinculación con la Colonia Dignidad se efectuaron a partir de un caso en particular, el secuestro de los militantes del MAPU Juan Maino, Elizabeth Rekas (embarazada de cuatro meses al momento de su desaparición) y su esposo Antonio Elizondo, todos los cuales fueron plagiados en Santiago en mayo de 1976, por agentes de la DINA. Esa investigación, caratulada con el número 2182-98, fue la que permitió a los tribunales ir estrechando el cerco en torno a Colonia Dignidad y desgajar de ella múltiples episodios, culminando con una condena en contra de toda la cúpula de la DINA y de dos jerarcas de la Colonia Dignidad, Gerhard Mücke, ex guardaespaldas de Paul Schäfer, y Johan Van Den Berg.
De acuerdo a la sentencia, luego de que los tres secuestrados fueran conducidos a Villa Grimaldi, los trasladaron desde allí rumbo al predio de Parral, que en la jerga de la DINA se designaba como “Puerto Montt”, donde desaparecieron junto a dos citronetas que les fueron robadas al momento de ser aprehendidos. En el caso de Maino, existe la presunción fundada de que el último lugar en que estuvo prisionero fue la bodega de papas de la colonia, donde habría sido custodiado por Van Den Berg.  Según el juez Zepeda, es un hecho que la DINA secuestraba personas y vehículos para “pagar” con estos a la colonia por sus servicios represivos. Así, en su sentencia el ministro señala que los autos eran entregados a Schäfer y sus cómplices “por la contribución a la privación de libertad y desaparición de las víctimas sustraídas”. La existencia de varias fosas en las cuales se escondieron los autos robados a los detenidos desaparecidos era conocida ya hace más de 20 años, luego de la fuga del ex colono Georg Packmor (quien denunció los hechos), pero fueron las diligencias del juez y de la PDI al interior del predio las que permitieron encontrar evidencia física de ello, al recuperarse los motores de dos automóviles enterrados.
Al respecto, uno de los colonos declaró que hace unos 25 o 30 años aparecieron al interior de la colonia ocho vehículos, entre ellos dos o tres citronetas, un Renault rojo, un Austin Mini y un auto americano de color oscuro, probablemente marca Dodge, así como una camioneta Chevrolet amarilla (que usaba Schäfer). De acuerdo a esa declaración, Schäfer reunió a Willi Malessa, Van Den Berg y Artur Gerlach (actualmente fallecido) y les ordenó pintarlos (Mucke fue uno de los encargados de esa tarea) y borrarles los números de serie a los motores. Años después (en las postrimerías de la dictadura) Malessa le indicó que debían desarmarlos y enterrarlos bajo tierra. Mücke negó todo lo anterior, pero sí reconoció que había una citroneta en la colonia, de color blanca, que dice que era la que usaba Harmutt Hopp para ir a la universidad.  Erick Fege reconoció, por su parte, que, por instrucciones de Mücke, cavó seis o siete zanjas de unos dos metros de profundidad con una máquina de gran tamaño. De estas fosas, tres fueron encontradas por Zepeda y la PDI, aunque ya sin restos de vehículos, desconociéndose quién y cuándo había retirado los automóviles de allí. Sin embargo, en otra se ubicaron (como se menciona anteriormente) los motores de dos automóviles Renault con sus números de serie limados.
MERINO Y VALDEBENITO
Otros dos detenidos desaparecidos cuyo rastro comenzó a perderse para siempre en la Colonia fueron Pedro Merino y Adán Valdebenito. Merino, de 21 años, era dirigente de las Juventudes Comunistas de Coronel y fue detenido el 14 de septiembre de 1974 por efectivos de “El equipo 600” de la DINA, como se denominaba a un comando de 12 agentes que operaba en Concepción, pero que estaban bajo las órdenes de Gómez, en Parral, donde estaba la jefatura de la DINA para el sur del país, algo que sería inexplicable dado el pequeño tamaño de la comuna, si no fuera por su relación con la colonia. De hecho, Merino fue llevado a Dignidad y su estadía allí quedó consignada en una de las fichas de inteligencia, la cual estaba encabezada por la sílaba “GU” y  la letra “D”. La primera sigla siempre correspondía a la clave de la fuente de la información. En este caso, según el fallo del ministro Zepeda, “GU” correspondía a una abreviación de “GURMIR”, el exótico seudónimo con el cual conocían al interior de la colonia al entonces capitán Gómez Segovia. La “D” era mucho más siniestra: era la sigla que indicaba el destino de la persona mencionada en la fecha. Significaba “Desaparecido”.  A continuación, venía una fecha: 16 de septiembre de 1974, y luego una extensa declaración  en la cual Merino “confesó” que las armas que la DINA creía se escondían en Lota estaban en poder de otro militante de las JJ.CC., el obrero de Enacar Adán Valdebenito, de quien aparecían todos sus datos, que es imposible que Merino tuviera en su cabeza: “Carnet 63.247 de Lota, otorgado el 26-3-74. Nacido el 10-5-1948, circunscripción Lota, No 695, 1948. C/c Isabel Orlanda Quiñones Garrido, L.M. Lota 242, 1969, Profesión: Obrero; Domicilio: Ex Gimnasio, Pab. 13 No 103, Lota”.  Valdebenito fue secuestrado por la DINA el 25 de septiembre de 1974, 10 días después de Merino. Su suerte fue la misma, aunque –tras el paso por la Colonia– su rastro se perdió en el campo de prisioneros de Cuatro Alamos, de acuerdo a la sentencia emitida por el ministro Carlos Aldana, de la Corte de Apelaciones de Concepción. No obstante, su estadía en la colonia quedó cuidadosamente estampada en la ficha que confeccionaron para él, gracias a la que se sabe que estuvo allí entre el 27 y el 29 de septiembre.
LAS OTRAS FICHAS
Una de las más célebres mujeres de la DINA, la ex mirista Marcia Merino (“La flaca Alejandra”) también quedó registrada en las fichas de Seewald. Detenida en Concepción, fue trasladada a la colonia. En uno de los fallos dictados por Zepeda se menciona que su ficha la tipificaba así: “Mirista de Santiago. Está trabajando en el Comité Central del MIR en Santiago. Su profesión no se sabe. Ella era jefe del grupo político militar N° 1 (Matías 30-7-74d)… Colaboradores abiertos al parecer se restringen a algunos enlaces y a Flaca Alejandra. (PABLO; Balance Plan Septiembre 16-9-74 Schlosser)”.  En los mismos días en que el grupo “600” de la DINA anduvo en su apogeo en la zona del carbón, se llevaron detenido igualmente a Luis Pichott de la Fuente, de quien también quedó una ficha en Dignidad, lo mismo que en el caso de Ernesto Tapia del Río.  En cuanto a Miguel Angel Becerra, agente de la DINA que fue envenenado al interior del recinto (aunque su cuerpo fue dejado cerca de Longaví), la justicia también descubrió fichas correspondientes a él. Lo único que se sabe de esas tarjetas es que se refieren a su círculo familiar, como parte de una labor de “contrainteligencia” (cabe mencionar que el hijo de Becerra vivió secuestrado por varios años al interior de la colonia).  Existen, asimismo, presunciones de que la colonia pudo ser uno de los lugares a los que fue trasladado el líder del MIR Edgardo Enríquez Espinosa (hermano de Miguel Enríquez), detenido en la frontera entre Paraguay y Argentina en 1976 junto a Amílcar Santucho, dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) argentino. Un destino semejante se cree pudo tener la también militante del MIR Muriel Dockendorf, detenida en Santiago luego de una delación de Marcia Merino.
RETIRO DE TELEVISORES
A estas alturas la justicia tiene claridad, por una declaración de Gerhard Mücke que fue publicada por el hoy desaparecido diario La Nación (que durante varios años investigó en forma incansable al enclave), que cuando en 1978 Augusto Pinochet ordenó la operación “Retiro de televisores”, para remover los cuerpos de los detenidos desaparecidos, al menos 22 de ellos, que estaban sepultados en una fosa clandestina ubicada en el predio de Parral, fueron rociados con fósforo químico y los restos lanzados al río Perquilauquén.  Sin embargo, existen presunciones de que esa no fue la única remoción de cuerpos en la colonia. Hay testimonios en el sentido de que así como a fines de los años 80 hicieron desaparecer los autos de los detenidos desaparecidos, hacia el año 2000 habría existido también una remoción de más cuerpos, armas y productos químicos, ordenada por Paul Schäfer desde Argentina, donde se escondía desde 1997. Así, habrá que esperar varios meses a que concluyan los peritajes que actualmente se efectúan a las osamentas halladas en Bulnes para saber si se trata de alguno de los detenidos desaparecidos que aún permanece en dicha condición.           Publicado originalmente en http://www.DocumentoMedia.cl