Pese a que aún es muy
prematuro como para suponer que los cadáveres (cuatro, según las última
informaciones) que se han hallado en las inmediaciones del predio de Abratec
SA, en la comuna de Bulnes (a 80 kilómetros al norte de Concepción),
pertenezcan a alguna de las personas cuyo rastro se perdió allí durante la
dictadura y también en el contexto de la “Operación Cóndor”, esa es una las
hipótesis principales que se baraja por estos díasPor
cierto, Abratec no es una simple empresa chancadora, sino una de las cuatro
entidades que, en 1991, se quedaron con el patrimonio de la antigua corporación
de derecho privado que hacía de fachada de Colonia Dignidad y que, en una hábil
y siniestra maniobra jurídica, recibieron los bienes de la colonia, luego que
el gobierno de Patricio Aylwin le quitara, después de 30 años de existencia, la
personalidad jurídica. Allí, en el predio de Bulnes, en un artificio de Relaciones Públicas,
Paul Schäfer ordenó instalar un “Casino familiar”, para mostrar a los chilenos
una cara amable, lo que por cierto era imposible. Entrar allí y ver los rostros
autómatas de quienes servían las mesas era una experiencia cercana a una escena
de una película de Stanley Kubrick, como lo fue también el hallazgo, en junio
de 2005, de los arsenales de la colonia, la mayor incautación de armas
efectuada en Chile desde el decomiso de las armas del FPMR en Carrizal Bajo, en
1986. Junto con los lanzacohetes, fusiles, ametralladoras, explosivos y
productos químicos de la colonia también se encontraron, por fin, las fichas de
inteligencia que se confeccionaban en el interior de dicho recinto. Se trata de
36 mil (40 mil, según otras versiones) fichas, recopiladas laboriosamente por
el colono Gerd Seewald desde 1974 en adelante. Apenas incautadas las fichas, el
ministro en visita Jorge Zepeda les aplicó la Ley de Inteligencia, lo que
impide saber algo respecto de ellas. Lo único objetivo que se conoce de su
contenido son los datos que han ido apareciendo en diversos fallos judiciales,
que han ido demostrado paso a paso la certeza de todo lo denunciado desde 1973
respecto de la Colonia y su uso no sólo como campo de concentración, sino como
un lugar de eliminación de personas. Las estimaciones más conservadoras cifran
en cerca de 100 los detenidos que desaparecieron en la Colonia, o en tránsito
de este lugar, desde o hacia algún recinto de la Dirección de Inteligencia
Nacional (DINA). El caso más conocido es
el del mirista Álvaro Vallejos Villagrán, apodado “El Loro Matías”, quien fue
detenido en mayo de 1974 en Maipú y trasladado a fines de julio de ese mismo
año a la Colonia Dignidad, según atestiguó el soldado adscrito a la DINA Samuel
Fuenzalida Devia, quien acompañó al entonces capitán Fernando Gómez Segovia,
jefe de la DINA en Parral, en el viaje desde Santiago a la colonia, llevando al
detenido, el cual entregaron a Paul Schäfer.
CHANFREAU Y EL ENCAPUCHADO
Luego del fin de la dictadura, el
primer caso de Derechos Humanos que se abrió en Chile fue el relativo a la
desaparición del ciudadano chileno francés Alfonso Chanfreau. En el fallo por su secuestro, quedó
establecido que justamente la información que permitió su detención la
proporcionó en Colonia Dignidad (bajo tortura) Vallejos Villagrán, y de eso
quedó constancia en una de las fichas de inteligencia encontrada en el enclave
germano el 2005. Fechado el 30 de julio de 1974, el documento detalla el
interrogatorio a “El Loro Matías” y, bajo el nombre de Alfonso René Chanfreau
Oyarzo, se señala “Mirista de Santiago, Estudiante, sin recibirse en filosofía,
U. de Chile. Vivía en calle Llico, la casa está en pasaje, alrededor del día
11. Jefe del grupo político-militar N° 5. Está prófugo, escondido en Santiago”.
Cabe mencionar que esa misma noche, es decir, el 30 de julio de 1974, un
comando de la DINA aprehendió a Chanfreau en su casa de la comuna de
Independencia, desde donde fue trasladado al centro de torturas que funcionaba
en el número 38 de la calle Londres, en pleno centro de Santiago. A partir de
ahí nunca más se supo de su paradero. Otro caso de DD.HH. que tuvo muchas
repercusiones fue el del secuestro del médico y diputado Carlos Lorca Tobar,
quien fue visto con vida por última vez en la colonia, hacia 1975. Según dijo
ante la Vicaría de la Solidaridad el famoso “encapuchado del Estadio Nacional”,
Juan René Muñoz Alarcón, quien desertó de la DINA en 1977, dos años antes había
más de 100 prisioneros con vida en la colonia, incluyendo al parlamentario (al
final de esta crónica se puede leer el testimonio completo).
En su declaración, copia de la cual consta
entre los archivos desclasificados de Estados Unidos, Muñoz vaticinó que sería
asesinado y, respecto del enclave nazi, aseveró que “quiero dejar constancia,
jurar si es preciso, que parte de los prisioneros están vivos, en malas
condiciones físicas, pero muchos de ellos al borde de la locura por el
tratamiento que han pasado, muy duro. Me refiero en especial a Carlos Lorca, a
Ponce, jefe del frente interno del PS y Secretario General en el momento de su
detención. Están en Colonia Dignidad, pabellón segundo. También quiero
referirme a Tolosa de las Juventudes Comunistas (JJ.CC.) y del CC (Comité
Central)”. Agregó que “los que están vivos no son más de 150 personas, dije
antes el número exacto: son ciento cuarenta y tantas personas”, precisando que
todos eran “hombres importantes dentro de la clandestinidad y en estos momentos
se los mantiene vivos para utilizarlos para cazar al resto” y que “esta gente,
hasta el momento, no tiene ninguna seguridad de salir vivos realmente”.
El 22 de octubre de 1977 el cuerpo de
Muñoz fue encontrado en un potrero ubicado en la calle Enrique Olivares
(Santiago) frente al N°1168, con heridas múltiples cortantes penetrantes en
diferentes partes del cuerpo. Otro caso emblemático es el de la desaparición
del sacerdote español Antonio Llidó, secuestrado en septiembre de 1974 desde El
Arrayán. En la sentencia que condenó a la cúpula de la DINA por
este crimen, se detalla que el religioso (y miembro del MIR) pasó
por varios cuarteles secretos, hasta que fue trasladado por el cabo de la DINA
Manuel Leyton a Colonia Dignidad, donde –según Leyton contó al famoso
torturador Osvaldo Romo Mena– se lo entregó a Gómez Segovia, siempre de acuerdo
a la sentencia. Leyton, sin embargo, nunca pudo declarar en la causa, pues fue
asesinado en 1977 en Santiago por la misma DINA, que le aplicó gas sarín para
silenciarlo, luego que Carabineros lo detuviera por el robo de un vehículo.
EL CASO MAINO
Durante los últimos 10 años, la
mayoría de las investigaciones que diversos jueces han realizado en torno a los
misterios de la DINA y su vinculación con la Colonia Dignidad se efectuaron a
partir de un caso en particular, el secuestro de los militantes del MAPU Juan Maino,
Elizabeth Rekas (embarazada de cuatro meses al momento de su desaparición) y su
esposo Antonio Elizondo, todos los cuales fueron plagiados en Santiago en mayo
de 1976, por agentes de la DINA. Esa investigación, caratulada con el número
2182-98, fue la que permitió a los tribunales ir estrechando el cerco en torno
a Colonia Dignidad y desgajar de ella múltiples episodios, culminando con una
condena en contra de toda la cúpula de la DINA y de dos jerarcas de la Colonia
Dignidad, Gerhard Mücke, ex guardaespaldas de Paul Schäfer, y Johan Van Den
Berg.
De acuerdo a la sentencia, luego de que los
tres secuestrados fueran conducidos a Villa Grimaldi, los trasladaron desde
allí rumbo al predio de Parral, que en la jerga de la DINA se designaba como
“Puerto Montt”, donde desaparecieron junto a dos citronetas que
les fueron robadas al momento de ser aprehendidos. En el caso de Maino, existe
la presunción fundada de que el último lugar en que estuvo prisionero fue la
bodega de papas de la colonia, donde habría sido custodiado por Van Den Berg. Según el juez Zepeda, es un hecho que
la DINA secuestraba personas y vehículos para “pagar” con estos a la colonia
por sus servicios represivos. Así, en su sentencia el ministro señala que los
autos eran entregados a Schäfer y sus cómplices “por la contribución a la privación
de libertad y desaparición de las víctimas sustraídas”. La existencia de varias
fosas en las cuales se escondieron los autos robados a los detenidos
desaparecidos era conocida ya hace más de 20 años, luego de la fuga del ex
colono Georg Packmor (quien denunció los hechos), pero fueron las
diligencias del juez y de la PDI al interior del predio las que permitieron
encontrar evidencia física de ello, al recuperarse los motores de dos
automóviles enterrados.
Al respecto, uno de los colonos
declaró que hace unos 25 o 30 años aparecieron al interior de la colonia ocho
vehículos, entre ellos dos o tres citronetas, un Renault rojo, un Austin Mini y
un auto americano de color oscuro, probablemente marca Dodge, así como una
camioneta Chevrolet amarilla (que usaba Schäfer). De acuerdo a esa declaración,
Schäfer reunió a Willi Malessa, Van Den Berg y Artur Gerlach (actualmente
fallecido) y les ordenó pintarlos (Mucke fue uno de los encargados de esa
tarea) y borrarles los números de serie a los motores. Años después (en las
postrimerías de la dictadura) Malessa le indicó que debían desarmarlos y
enterrarlos bajo tierra. Mücke negó todo lo anterior, pero sí reconoció que
había una citroneta en la colonia, de color blanca, que dice que era la que
usaba Harmutt Hopp para ir a la universidad. Erick Fege reconoció, por su parte,
que, por instrucciones de Mücke, cavó seis o siete zanjas de unos dos metros de
profundidad con una máquina de gran tamaño. De estas fosas, tres fueron
encontradas por Zepeda y la PDI, aunque ya sin restos de vehículos,
desconociéndose quién y cuándo había retirado los automóviles de allí. Sin
embargo, en otra se ubicaron (como se menciona anteriormente) los motores de
dos automóviles Renault con sus números de serie limados.
MERINO Y VALDEBENITO
Otros dos detenidos desaparecidos
cuyo rastro comenzó a perderse para siempre en la Colonia fueron Pedro Merino y
Adán Valdebenito. Merino, de 21 años, era dirigente de las Juventudes
Comunistas de Coronel y fue detenido el 14 de septiembre de 1974 por efectivos
de “El equipo 600” de la DINA, como se denominaba a un comando de 12 agentes
que operaba en Concepción, pero que estaban bajo las órdenes de Gómez, en
Parral, donde estaba la jefatura de la DINA para el sur del país, algo que
sería inexplicable dado el pequeño tamaño de la comuna, si no fuera por su
relación con la colonia. De hecho, Merino fue llevado a Dignidad y su estadía
allí quedó consignada en una de las fichas de inteligencia, la cual estaba
encabezada por la sílaba “GU” y la letra “D”. La primera sigla siempre
correspondía a la clave de la fuente de la información. En este caso, según el fallo del ministro Zepeda, “GU”
correspondía a una abreviación de “GURMIR”, el exótico seudónimo con el cual
conocían al interior de la colonia al entonces capitán Gómez Segovia. La “D”
era mucho más siniestra: era la sigla que indicaba el destino de la persona
mencionada en la fecha. Significaba “Desaparecido”. A continuación, venía una fecha: 16 de
septiembre de 1974, y luego una extensa declaración en la cual Merino
“confesó” que las armas que la DINA creía se escondían en Lota estaban en poder
de otro militante de las JJ.CC., el obrero de Enacar Adán Valdebenito, de quien
aparecían todos sus datos, que es imposible que Merino tuviera en su cabeza:
“Carnet 63.247 de Lota, otorgado el 26-3-74. Nacido el 10-5-1948,
circunscripción Lota, No 695, 1948. C/c Isabel Orlanda Quiñones Garrido, L.M.
Lota 242, 1969, Profesión: Obrero; Domicilio: Ex Gimnasio, Pab. 13 No 103,
Lota”. Valdebenito fue secuestrado por
la DINA el 25 de septiembre de 1974, 10 días después de Merino. Su suerte fue
la misma, aunque –tras el paso por la Colonia– su rastro se perdió en el campo
de prisioneros de Cuatro Alamos, de acuerdo a la sentencia emitida por el ministro Carlos
Aldana, de la Corte de Apelaciones de Concepción. No obstante, su
estadía en la colonia quedó cuidadosamente estampada en la ficha que
confeccionaron para él, gracias a la que se sabe que estuvo allí entre el 27 y
el 29 de septiembre.
LAS OTRAS FICHAS
Una de las más célebres mujeres de la
DINA, la ex mirista Marcia Merino (“La flaca Alejandra”) también quedó
registrada en las fichas de Seewald. Detenida en Concepción, fue trasladada a
la colonia. En uno de los fallos dictados por Zepeda se menciona que su ficha
la tipificaba así: “Mirista de Santiago. Está trabajando en el Comité Central
del MIR en Santiago. Su profesión no se sabe. Ella era jefe del grupo político
militar N° 1 (Matías 30-7-74d)… Colaboradores abiertos al parecer se restringen
a algunos enlaces y a Flaca Alejandra. (PABLO; Balance Plan Septiembre 16-9-74
Schlosser)”. En los mismos días en que
el grupo “600” de la DINA anduvo en su apogeo en la zona del carbón, se
llevaron detenido igualmente a Luis Pichott de la Fuente, de quien también
quedó una ficha en Dignidad, lo mismo que en el caso de Ernesto Tapia del Río. En cuanto a Miguel Angel Becerra,
agente de la DINA que fue envenenado al interior del recinto (aunque su cuerpo
fue dejado cerca de Longaví), la justicia también descubrió fichas
correspondientes a él. Lo único que se sabe de esas tarjetas es que se refieren
a su círculo familiar, como parte de una labor de “contrainteligencia” (cabe
mencionar que el hijo de Becerra vivió secuestrado por varios años al interior
de la colonia). Existen, asimismo,
presunciones de que la colonia pudo ser uno de los lugares a los que fue
trasladado el líder del MIR Edgardo Enríquez Espinosa (hermano de Miguel
Enríquez), detenido en la frontera entre Paraguay y Argentina en 1976 junto a
Amílcar Santucho, dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
argentino. Un destino semejante se cree pudo tener la también militante del MIR
Muriel Dockendorf, detenida en Santiago luego de una delación de Marcia Merino.
RETIRO DE TELEVISORES
A estas alturas la justicia tiene
claridad, por una declaración de Gerhard Mücke que fue publicada por el hoy desaparecido diario La Nación (que
durante varios años investigó en forma incansable al enclave), que cuando en
1978 Augusto Pinochet ordenó la operación “Retiro de televisores”, para remover
los cuerpos de los detenidos desaparecidos, al menos 22 de ellos, que estaban
sepultados en una fosa clandestina ubicada en el predio de Parral, fueron
rociados con fósforo químico y los restos lanzados al río Perquilauquén. Sin embargo, existen presunciones de
que esa no fue la única remoción de cuerpos en la colonia. Hay testimonios en
el sentido de que así como a fines de los años 80 hicieron desaparecer los
autos de los detenidos desaparecidos, hacia el año 2000 habría existido también
una remoción de más cuerpos, armas y productos químicos, ordenada por Paul
Schäfer desde Argentina, donde se escondía desde 1997. Así, habrá que esperar
varios meses a que concluyan los peritajes que actualmente se efectúan a las
osamentas halladas en Bulnes para saber si se trata de alguno de los detenidos
desaparecidos que aún permanece en dicha condición. Publicado originalmente en http://www.DocumentoMedia.cl