Marta
Lidia Ugarte Román fue secuestrada, negada su detención por el Estado y una
Corte Suprema cómplice. Fue mantenida oculta en Villa Grimaldi, torturada hasta
casi la muerte, ahorcada con un alambre, luego de ser inyectada con cianuro y
sobrevivir. La amarraron a un durmiente y la lanzaron al mar. Desde allí volvió
para dejar al descubierto el horrendo crimen de la dictadura y a los homicidas
y cómplices.
Su caso permitió conocer el destino de
muchos de los cerca de 1.200 detenidos que hasta hoy continúan desaparecidos.
No solo eso, permitió además conocer la manera en que fueron maltratados
mediante torturas irreproducibles. Y aún más, permitió llegar al corazón de la
elite de asesinos que, sabiendo o debiendo saber, fueron parte de la asociación criminal más bestial que se haya conocido
en la historia de Chile.
Por último, puso en evidencia la
intervención de otros que, sin haber sido parte de las torturas o asesinatos, falsearon los hechos ante la opinión pública en los
medios de comunicación, ayudando a los criminales mediante una puesta en
escena, que pretendía ocultar la realidad de los hechos. "Comunicadores
sociales" que también sufrieron el severo castigo de sus pares y de la
sociedad.
Ahora, las recientes resoluciones
judiciales han develado que ella estuvo también en manos de la Brigada Lautaro
de la DINA, en el hasta no hace mucho desconocido cuartel de calle Simón
Bolívar 8630 de La Reina, en Santiago.
Un crimen abominable
Esta profesora y modista, nació en
Santiago el 29 de julio de 1934. Miembro del Comité Central del Partido
Comunista de Chile, secretaria de la diputada Mireya Baltra, Encargada Nacional
de Educación del PC y fue jefa provincial en Santiago de la Junta de
Abastecimientos y Precios (JAP) de DIRINCO, durante el Gobierno de Salvador
Allende.
Esos fueron los "pecados" que
un grupo de desalmados verdugos la hicieron pagar. Vil asesinato que sirvió
para dejar en evidencia un procedimiento perverso aplicado por la dictadura de
Pinochet, con más de 1.000 otros compatriotas que aún se
encuentran en el fondo del océano, a la espera de verdad y justicia, la
misma que Marta está a punto de alcanzar. El 9 de agosto de 1976 fue
secuestrada por agentes de la DINA y trasladada, según los testigos a Villa
Grimaldi, donde fue mantenida en el sector llamado «La Torre». Fue víctima de
crueles torturas. Según el informe de la autopsia, que consta en el juicio en
contra de sus asesinos, la afectada sufrió en vida una luxo fractura de
columna, traumatismo tóraco abdominal con fracturas costales múltiples, ruptura
y estallido del hígado y del bazo, luxación de ambos hombros y cadera, y una
fractura doble en el antebrazo derecho. Todas esas
heridas le fueron causadas en vida. Con el objeto de hacer desaparecer
su cuerpo y las evidencias de su padecimiento, fue inyectada con cianuro,
echada al interior de un saco y amarrada a un durmiente de tren, para ser
lanzada al mar. Sin embargo, según da cuenta el juicio, continuaba viva, lo que llevó a uno de sus captores a arrancar una
de las amarras, un alambre, con el que la ahorcó,
presumiblemente hasta la muerte. Subida a un helicóptero del Ejército, fue
tirada al mar junto a otros compatriotas. Haber arrancado el alambre de las
amarras, para ahorcarla, resultó fatal no sólo para ella, sino que también para
sus ilegales captores, torturadores y asesinos. El saco quedó suelto y emergió desde el fondo del mar y arrastró el cuerpo
por las corrientes hasta la playa La Ballena, ubicada en Los Molles. Su cadáver
semidesnudo y dentro de aquel saco, aún tenía atado a su cuello el alambre,
cuando fue encontrada el 12 de septiembre de 1976.
El estrangulador de Marta
Ugarte
El ex agente de la DINA Cristián Álvarez Morales fue detenido y procesado por
el juez Víctor Montiglio. Su testimonio y
posterior denuncia de sus jefes fue determinante para cerrar el círculo de los
criminales. Fue él quien la ahorcó, al descubrir que su cuerpo aún se debatía
entre la vida y la muerte. Lo hizo mientras su jefe en la DINA, Germán Barriga, le instaba a apurarse para partir en
ese viaje sin retorno. O al menos eso pensaba.
Se debate acerca de quién le suministró
la inyección de cianuro, para acelerar o asegurar la muerte. Algunos afirman
que fue inyectada por la "enfermera" teniente de Ejército Gladys Calderón Carreño, según otros, el asesino fue Osvaldo Pincetti, el "doctor "conocido como
el "brujo" por la DINA.
Mar adentro, en la costa de la V
Región, el piloto hizo una seña y Cristián Álvarez
Morales, el estrangulador, tiró unos ocho bultos al vacío. La falta de
una de las amarras del riel permitió que en el fondo del mar éste se
desprendiera, liberando su cadáver hacia la superficie. Por eso, Marta Ugarte
salió desde el océano, transformándose en la única testigo de esa vía de
aniquilamiento de los casi mil 200 prisioneros
de la dictadura.
Álvarez asumió la disposición para
matar, pero también lo hizo luego para denunciar a los que fueron sus jefes, a
aquellos que le dieron las órdenes. Sostuvo frente a los tribunales que temía
por su vida, pues "los brazos del Ejército son largos, por eso tengo mucho
miedo", aseguró.
El jefe de Álvarez en la DINA, Germán Barriga, se suicidó en enero de 2005 luego de
confesarse en el Santuario de Sor Teresa de los Andes. Se lanzó de un edificio,
sin saberse si le dominó el peso de conciencia por los horripilantes crímenes
que cometió o si la cobardía lo llevó a evitar que, descubierta la verdad de
éste y otros casos, le terminara haciendo pagar sus fechorías.
Los helicópteros Pumas
Costo mucho que los mecánicos del
Comando de Aviación del Ejército (CAE) se decidieran a romper el pacto de
silencio y contar cuál era el modo de operar para lanzar al mar los cuerpos.
Detectives lograron ese objetivo con los 12 mecánicos, no resultó así con los
pilotos que guardaron hermético silencio, ello pese a ser denunciado por sus
subordinados. El código era "Operación Puerto Montt".
El relato del jefe del CAE, Carlos Mardones Díaz, señala que al iniciar estos vuelos,
les advirtió a las tripulaciones: "estas son misiones secretas que ustedes
no deben comentar con nadie que no participe en ellas. Ni siquiera deben
hablarlo con sus familias". Se calculan en cerca
de 40 los viajes para deshacerse de cuerpos. Confesaron que antes de
cada misión, "debían remover los asientos de las máquinas y el estanque
adicional de combustible. Se necesitaba espacio y el vuelo iba a ser de
duración menor a las 2 horas y media. La orden de partida era dada por el jefe
del CAE.
Los helicópteros despegaban desde
el aeródromo de Tobalaba, tripulados por un piloto, un copiloto y un mecánico,
todos del CAE, y se dirigían a Peldehue, en Colina. Allí los esperaban las
camionetas C-10 de la DINA con los cuerpos de los ajusticiados atados a un riel
y ensacados. Se subían los "bultos" al helicóptero Puma, que
emprendía vuelo hacia la costa de la V Región, con tripulación incrementada por
dos o tres integrantes de la DINA". Ya sobre el punto de
"descarga", el piloto daba la orden de lanzar los cadáveres, lo que
se hacía generalmente por la escotilla central. Los funcionarios de la DINA
tenían el cometido de asegurar que los cuerpos llegaran al fondo del océano. Confesaron
que les "era dificultoso lanzar los cuerpos debido del peso de los
rieles". Enseguida, la máquina regresaba a Peldehue a dejar a los miembros
de la DINA, que abordaban sus camionetas y luego continuaba su viaje hasta su
base en Tobalaba.
Como
Pedro, la negaron más de tres veces
Desde la interposición del primer
recurso de amparo en favor de Marta por sus hermanas, para saber de su paradero
y aún hasta después de encontrado el cuerpo, fueron varias
las "autoridades
del Estado y del Poder Judicial que negaron que se encontraba detenida. Al
amparo, en noviembre de 1976, nuestro conocido Manuel
Contreras jefe del máximo órgano represor de la dictadura, contestaba un
oficio a los tribunales señalando que " (Marta Ugarte) nunca ha sido detenida por personal DINA". El
ministro de Interior de la época, general César
Benavides, negó la detención poco después. Aprovechó de recordarle al
juez, las perentorias instrucciones que existían "para que los tribunales
se abstengan, por razones de seguridad nacional, de requerir informes a la DINA
sobre la situación de personas arrestadas o desaparecidas" (sic). Todas
situaciones que constan del proceso. Sin embargo, que los secuestradores y
torturadores lo nieguen, se puede entender en el contexto de evitarse
responsabilidades por sus hechos, pero que el mismo Presidente
de la Corte Suprema lo negará, es inexcusable. El Presidente del máximo
tribunal se negó a recibir en audiencias a las hermanas de Marta, aduciendo que
"el Servicio de Inteligencia había comunicado que no existía ninguna
persona detenida con el nombre de Marta Ugarte".
Comunicadores sociales faltan
a la verdad
En el Documental el "Diario de
Agustín" (2008) se demuestra que tanto su tortura como su asesinato por
parte de la DINA fueron ocultados por la prensa chilena,
a través de un montaje periodístico, por los periódicos El Mercurio, La Segunda y La Tercera, principalmente. La Tercera publicó el 12 de septiembre de 1976, en
las páginas de la crónica roja, la noticia sobre el descubrimiento del cadáver
de una mujer desconocida, que había sido encontrado por un pescador en la playa
de La Ballena, en Los Molles. Según la información, "la mujer habría sido
asesinada por varios delincuentes".
La periodista de "El
Mercurio", Beatriz Undurraga, publicó:
"Crimen en la playa de los Molles. Asesinada hermosa joven de 23 años,
presumiblemente estrangulada y abandonada en la playa". Ella vio el cadáver y aparentó una realidad falsa con
la que buscó engañar al público. La noticia fue groseramente tergiversada, pues
Marta tenía 43 años y su cuerpo, tan martirizado, no aparecía de ninguna manera
bello.
Enfrentada a la realidad, Beatriz Undurraga intentó justificar este
"error", señalando que pensó que era más joven por la extrema
delgadez de la occisa. Otro "periodista", Pablo
Honorato dio a conocer la noticia en el mismo sentido
falso en "Las Últimas Noticias". Ambos intentaron hacer creer
que se trataba de la acción de algunos delincuentes o de una pareja despechada,
tratando de ocultar la verdad evidente que
tuvieron frente a sus ojos. La campaña de tergiversación noticiosa resultó
definitivamente inútil, ya varias personas habían reconocido a Marta Ugarte en
las fotografías del cadáver aparecidas en la prensa. También sus hermanas.
El 21 de septiembre de 1976 fue
asesinado en Washington el ex canciller de Allende, Orlando
Letelier. Ese hecho desvió la atención sobre la situación de Marta
Ugarte y la prensa afín a la dictadura dejó de informar. Para evitar un
bochorno de proporciones, al hacerse evidente el crimen de la DINA.
Las sanciones del Colegio de
Periodistas
El Secretario del Colegio de
Periodistas de Chile y profesor de la Academia de Humanismo Cristiano, Patricio Martínez, señaló a Cambio21, que a propósito
de este caso y de otros, en materia de DD.HH.,
el colegio de la orden fue uno de los pocos entes profesionales que pidió perdón por la actitud y actuación de algunos
colegas que durante la dictadura colaboraron con el régimen de Pinochet.
Señala Patricio Martínez que en éste
caso específico se citó a los periodistas involucrados en el montaje, para ser
interrogados ante un Fiscal y en presencia de un miembro del Consejo
respectivo, que actúa como ministro de fe del Tribunal de Ética. "Siempre
se escucha al colega acusado, aunque éste opte, como sucedió en algunos de
estos casos, por no asistir a las
audiencias". Recuerda el dirigente gremial que "algunos nunca
asistieron a las audiencias, sin embargo sí lo hizo Beatriz Undurraga, del
ElMercurio, quien con posterioridad al
proceso del Colegio y la sanción que se le aplicó, en una entrevista en un
medio de televisión, declaró que lo que más le había dolido,
era la sanción del Colegio de Periodistas". Concluye por último Martínez,
que la "sanción se les aplicó entre otras cosas, por no haber cumplido con
la premisa básica de los colegiados, cual es defender
los Derechos Humanos".
Efectos del hallazgo
Después de descubrirse el cuerpo de
Marta Ugarte, se tomaron precauciones para dificultar la identificación en el
caso de ser encontrados otros cadáveres de detenidos desaparecidos. Tras
asesinar a los prisioneros, "se desfiguraban
sus rostros, se borraban cicatrices y huellas
digitales quemándolos con un soplete para soldar
y se extraían las tapaduras de oro con un
alicate. Posteriormente, se amarraba con alambre el cuerpo a un trozo de riel y
se introducía en un saco que se aseguraba con más alambre. Preparados de esta
forma, eran llevados a Peldehue, para ser introducidos en helicópteros del
Comando Aéreo del Ejército y lanzados al mar, logrando su desaparición definitiva",
dan cuenta varias sentencias. Cambio 21
Mario Lopez M.
“Vino del mar envuelta en agua
azul,
la trajo el viento del más allá,
dormida en las olas de espuma y sal
sobre su propia herida mortal”.
Patricio Manns